DISERTACIÓN: ADULTOS ACUSADOS DE COMETER ABUSO SEXUAL INFANTIL
AUTORA: Dra. Rosa Inés Colombo. Lic. Sergio Breuer
El siguiente trabajo tiene por objeto hacer un recorrido por los diferentes sujetos que fueron evaluados dentro del ámbito de la justicia en función de una denuncia por abuso sexual sobre alguno de sus hijos. Se incluirán en este estudio tanto las evaluaciones realizadas por los peritos como así también lo arrojado en entrevistas con los terapeutas familiares. De acuerdo a los diferentes resultados y en correlación con el hecho denunciado y la historia familiar, se realizarán distintas aproximaciones a las posibilidades que tienen estas familias a la revinculación parental. Qué casos y desde qué perspectivas se podrían pensar como más beneficiosas en ese aspecto. La metodología será de tipo mixta, descriptiva en lo referente a los adultos sospechados y del caso único en lo referente a la dinámica familiar.
1- Descripción del grupo evaluado según lo recabado en las entrevistas.
2- Análisis de los indicadores hallados en los instrumentos de evaluación.
3- Posibles diagnósticos.
4- Relaciones teóricas
5- Análisis del grupo familiar y del sujeto víctima.
INTRODUCCIÓN
El trabajo diario con personas que han cometido algún tipo de delito o han sido denunciadas y están detenidas por dicha acusación nos interpela en cuanto a los móviles que los llevaron a este tipo de situación o a pensar en determiandas estructuras psíquicas o tipos de personalidad que condicionan o determinan este tipo de comportamiento. Cómo debe conducirse un perito psicólogo en estos casos, cómo es realizar una entrevista con personas que han de alguna manera violado la libertad del otro mediante el robo, las lesiones y hasta quitandole la vida a un semejante.
Y la pregunta se extiende un poco más o se hace más dificil de precisar cuando se trata de una persona que ha cometido un delito de índole sexual.
La extensa bibliografía sobre el tema nos plantea que no existe un patrón de conducta o un tipo de persoanlidad propio de la persona adulta que abusa sexualmente de un niño y esto se confirma desde nuestra experiencia ya que no observamos desde lo formal ninguna diferencia con personas que han cometido otros delitos.
Si tuvieramos que describir a estos sujetos denuciados como agresores sexuales diríamos que al momento de las entrevistas se muestran como personas que muestran una actitud más bien sumisa, retraída, obediente, y que al mismo tiempo son dispuestos y tratan de agradar al entrevistador. En líneas generales no se observaron alteraciones en las funciones psíquicas, ni tampoco indicadores que dieran cuenta de actividad delitrante ni síntomas compatibles con un cuadro psicótico.
1- Descripción del grupo evaluado según lo recabado en las entrevistas.
El presente trabajo se basa en una muestra de 14 adultos varones judicializados imputados del delito de abuso sexual de menores. Las edades varían:
menor de edad: 1
entre 20 y 30 años: 7
entre 30 y 40 años: 1
mayores de 40 años: 6
Solo 3 poseen antedecentes penales por otros delitos.
En cuanto al grado de instrucción más de la mitad no finalizaron el ciclo primario y sólo dos tienen nivel terciario y dos universitario. Es notable que durante la entrevista cuando se les pide que relaten su paso por la escolaridad, aparece la decisión de dejar la escuela sin ningún cuestionamiento por parte de los adultos. Mayormente provienen de familias numerosas y el 20% considera que ha sido víctima de violencia familiar. Poco más del 50% tienen pareja estable y tienen hijos.
El 70% manifiesta tener conductas adictivas desde temprana edad, consumiendo Alcohol, marihuana y cocaína (en ese orden decreciente). En ningún caso se efectuaron tratamientos y sólo el 20% considera que sería beneficioso encarar uno.
En cuanto a las relaciones sociales, en general, se observan dificultades a la hora de relacionarse. El 45% admite esto y el 70% manifiesta que tienen pocas amistades.
En cuanto a la actividad laboral, el 45% comenzaron a trabajar con menos de 15 años y el 64% cuentan con un oficio.
2- Análisis de los indicadores hallados en los instrumentos de evaluación.
Dichos instrumentos revelan que en general, en cuanto a las capacidades cognitivas (memoria, atención, concentración, capacidad de juicio e ideación) se encuentran dentro de los parámetros esperables, evidenciándose la prueba de realidad conservada. No se han detectado signos de aleteración en sus funciones psíquicas básicas y superiores, con una adecuada orientación temporo-espacial. Como pudimos ver en el punto anterior, no es óptima la estimulación que han recibido dichas capacidades ya que la mayoría de los sujetos no han finalizado el ciclo primario. Es así que se observa una inteligencia más de tipo reproductiva que creadora y con una franca orientación hacia lo práctico.
También es notable cierta rigidez cognitiva, que tiene que ver con pocas estrategias para afrontar y resolver problemas. En este sentido, las funciones yoicas se ven emprobrecidas siendo inadecuado el uso de los mecanismos de defensa, todo lo cual reduce las posibilidades adaptativas.
El nivel intelectual es medio y se encuentra íntimamente relacionado con la instrucción recibida y el medio sociocultural en el cual se han desarrollado.
A nivel emocional, hay una cuestión que se repite y que tiene que ver con una afectividad de tipo egocéntrica, es decir centrada en sus propias necesidades. Por ende se observan dificultades en las relaciones interpersonales, en cuanto a la expresión de sus emociones Tienden a manejarse bien en relaciones de tipo superficiales, no así en aquellas relaciones que requieren un mayor compromiso y madurez. Las relaciones empáticas, que tienen que ver con la capacidad de un sujeto de identificarse mental y afectivamente con otro, se ven afectadas.
Se observa asimismo inmadurez emocional, en algunos casos también inhibición y dependencia. Se dificulta la regulación de los impulsos y la capacidad de poder anticiparse a las consecuencias de sus actos, no logrando implementar recursos simbólicos para tramitar sus mociones pulsionales.- En este sentido las tendencias moderadoras internas se ven devaluadas, lo que está asociado a una impulsividad de tipo infantil: baja tolerancia a la frustración, con premura en la expresión y necesidades de satisfacción de sus impulsos.-
3- Posibles diagnósticos.
Si bien hemos podido enumerar en el punto anterior las caraterísticas del perpetrador sexual es posible observar cómo algunos trastornos presentan rasgos o comportamientos comunes a los expuestos. Podríamos decir que encontramos características comunes en los perfiles estudiados, pero que no determinan necesariamente “el perfil de un abusador sexual”. En el caso del Trastorno Narcista y del Trastorno límite de la personalidad, vemos que en concordancia con los casos estudiados también aparece cierta distorsión en las relaciones interpersonales, falta de empatía y al igual que los sujetos acusados de perpetrar ataques sexuales están presentes características egocéntricas.
En el caso del Trastorno Obsesivo Compulsivo en el cual se destaca el control y una conducta ambivalente que oscila entre la rigidez y respuestas impulsivas poco elaboradas podemos asimilarlo con los sujetos evaluados que presentaban un control excesivo de sus impulsos los que luego ante situaciones invasivas o de inestabilidad llegan al desborde emocional.
El Trastorno Histriónico también está presente en estos casos cuando observamos características tales como el exhibicionismo y una actitud seductora, que en el caso de perpetradores se asocia al Trastorno Antisocial en el cual observamos manipulación y agresividad.
Desde estos planteos vemos la dificultad de hablar de diagnósticos asociados al agresor sexual, cada caso particular puede presentar rasgos o características que también aparecen en otros trastornos que no son privativos de esta población.
4- Relaciones teóricas
Realizaremos un breve recorrido sobre lo planteado por distintos autores sobre el perfil del sujeto acusado de abuso sexual infantil.
Si bien muchos estudios plantean que no existe un perfil asociado estrictamente a los agresores sexuales o violentos en relación a la pareja y los hijos en una investigación realizada en España, Castro (2002) plantea que “En relación al perfil psicológico, se pueden encontrar una serie de características comunes que aparecen en un porcentaje importante dentro de los delincuentes sexuales. Por una parte, suelen ser sujetos que presentan comportamiento sexual poco adaptado como por ejemplo excitación o preferencia por estímulos sexuales desviados. Muestran un cierto deterioro de la capacidad para la actividad sexual recíproca y afectiva libremente consentida y pueden también experimentar algunas disfunciones sexuales como la impotencia. Asimismo, pueden poseer pensamientos y actitudes sexistas hacia las mujeres y niños como objetos de pertenencia del hombre. Cuentan con poco autocontrol de sus impulsos y con distorsiones cognitivas que facilitarán los actos delictivos sexuales. Justifican sus acciones haciendo uso de numerosos mecanismos de defensa, bien negándolas, minimizándolas o culpando a los demás. La inmadurez emocional suele ser común y se refleja en la falta de empatía hacia las demás personas. Asimismo, es posible que muestren problemas en el comportamiento social. No suelen disponer de estrategias ni de habilidades sociales adecuadas para la resolución de sus problemas por lo que tienden a reaccionar con respuestas de enfrentamiento desadaptadas: problemas laborales, dificultades en las relaciones, baja tolerancia a situaciones de frustración, entre otras (Echeburúa y Guerri- caechevarría, 2000; Echeburúa et al., 1997; Garrido, 2003, Hunter, 1999, Marshall, 2001; Redondo, 2004; Sánchez, 2000; Soria y Hernández, 1994)”
El mismo estudio expone según el análisis de los datos hallados que “No es frecuente que los agresores sexuales presenten trastornos mentales, aunque pueden existir algunos casos clínicos. En un estudio de Bueno y Sánchez (1995; citado por Garrido, Stangeland y Redondo, 2001, p. 549), se obser- vó un retraso mental en el 10% de los casos, trastornos esquizofrénicos en un 4% y otros trastornos en el 22% de los evaluados. En un 64% de los casos no se documentó ningún trastorno psicológico. Cáceres (2001), Echeburúa et al. (1997) y Soria y Hernández (1994) coinciden en afirmar que la mayoría de los agresores sexuales no presentan trastornos psicopatológicos pero defienden la relación entre delitos sexuales con determinados trastornos de personalidad (trastorno antisocial, trastorno esquizoide y trastorno limite), parafilias, alteraciones cognitivas (demencias y deficiencias mentales) y alcoholismo. Por otra parte, en el estudio llevado a cabo por Ortiz, Sánchez y Cardenal (2002), se halló que los delincuentes sexuales de menores se muestran como el grupo de sujetos con menos alteraciones estables de personalidad y con rasgos de personalidad dependiente, fóbicos y compulsivos. En cambio, los agresores sexuales de adultos aparecen con rasgos de personalidad antisocial, compulsivos, dependientes y con trastornos de personalidad límite o borderline.”
Otros estudios realizados también en España senãlan que “En lo referente al perfil de los delincuentes sexuales de menores, según el presente estudio, cabe describirlo como un varón de mayor edad que el agresor sexual de adultos cuya edad de comisión del primer delito sexual se sitúa en entorno a los 27 años. Por lo general, suelen estar también soltero o divor- ciado pero, a diferencia de los agresores sexuales de adultos, poseen mayor formación académica-profesional y estabilidad laboral. Esto coincide con los estudios realizados por Gil (1997) y Pulido et al. (1988). No es frecuente que tengan antecedentes delictivos. Suele actuar en solitario y hacen más uso del engaño que de la intimidación. La víctima es por lo general una persona conocida, niña o niño menor de 12 años. Los abusadores de menores manifiestan más síntomas de ansiedad fóbica, con un nivel de gravedad significativo, lo que podría ser explicado por la adopción del estilo ansioso- ambivalente de Bartholomew (1993) y Bartholomew y Horo- witz (1991).[1]
Desde otra mirada y en relación al tratamiento de ofensores sexuales Isables Boschi en Argentina plantea que:
“En las últimas décadas de este siglo, los terapeutas e investigadores en el área de la parafilia observaron que muchos de sus consultantes parafílicos podían presentar una base depresiva. Otros informaron que una intensa ansiedad precedía las conductas de estos pacientes, clasificadas por los profesionales como compulsivas porque se manifestaban sin el control voluntario de los sujetos.
Los terapeutas advirtieron que las personas que procedían así se adherían a un objeto, sexual, con fijeza obsesiva, exclusiva y específica. Otros investigadores compararon la ansiedad que precedía la conducta compulsiva con el aura de la epilepsia temporal. Aún no existe suficiente experimentación que corrobore esa correlación.
Los pacientes informan que la conducta que los expertos denominan obsesivo – compulsiva les proporcionan un breve alivio al aumento de su ansiedad, pero que ésta reaparece cíclicamente. Su vida sexual se desarrolla entre uno y otro pico de ansiedad, por lo que la gratificación es relativa y tensional. Dicen los medicadores que la descarga sexual actúa como un ansiolítico de corta vida. (Eli Coleman).
Todas estas experiencias clínicas determinaron que los redactores del DSM IV, además de ubicar a la parafilia entre los trastornos sexuales, pasen a considerarla como una conducta propia de "trastornos del control de los impulsos", según el DSM –IV y que acuñen un nuevo concepto, el de "conducta sexual compulsiva".
Decimos que la conducta sexual compulsiva es parafilica cuando las obsesiones o ideas fijas en su contenido sexual que motivan al sujeto a la excitación y el orgasmo, son tácita o explícitamente rechazados por un contexto social determinado. Esta sería la dinámica del proceso parafílico.
Si el deseo sexual de una persona moviliza una ansiedad que le provoca malestar, actúa compulsivamente para aliviarse.
La sociedad reprueba su conducta por razones de hábitos morales, valores o costumbres. Eso le genera nuevas tensiones que necesitará descargar compulsivamente. Surge así un circuito de mantenimiento, productor de nuevas ansiedades y nuevas conductas sexuales compulsivas, que se perpetuarán si no intervenimos terapéuticamente con o sin medicación, según la necesidad del caso.”[2]
Estas dos posturas nos dejan un escenario abierto y conflictivo. Desde la Psicología se debe pensar en la posibilidad de cambio y de adaptación pero también sabemos acerca de estructuras y rasgos dominantes así como de condicionamientos que obturan y dificultan los vínculos y los roles.
Los ofensores sexuales deben ser mirados en su individualidad, es necesario saber de su historia y de su constitución subjetiva, de su contexto y redes de apoyo, de sus vínculos más primarios y de los que haya podido lograr a lo largo de su vida. Cualquier diagnóstico presuntivo o apresurado nos atará las manos como evaluadores o terapeutas y no nos permitirá ver la totalidad del caso y las variables que en él intervienen. Debemos tender a recuperar la salud, las vinculaciones y el desarrollo individual y velar al mismo tiempo por las personas que con ellos se relacionan. Una tarea nada fácil y de mucho compromiso ético.
5- Análisis del grupo familiar y del sujeto víctima.
La consulta psicológica se ha convertido en los últimos años en el escenario donde acuden los denunciantes de abuso sexual infantil. La transición entre el cierre de los Tribunales de menores en la provincia de Buenos Aires y la apertura de Servicios zonales y locales dedicados a la asistencia al niño y a su familia provocaron un vacío que dejó de alguna manera indefensos a los familiares de niños víctima de abuso sexual.
En líneas generales es la madre quien acude a consulta con la sospecha de que su hijo haya sido víctima de algún contacto sexual inadecuado por parte de su padre biológico. El pedido es por lo general de un diagnóstico que aclare la situación y le permita, si no lo ha hecho aún, realizar una denuncia en la justicia.
El recorrido profesional nos ha mostrado que es iatrogénico someter a un niño a repetidas evaluaciones además de considerar la importancia de la pericia oficial como medio de prueba por lo tanto cuando se plantea el tratamiento psicológico el mismo está más destinado a acompañar y a sostener en esta espera hasta ser evaluado.
Al mismo tiempo el espacio terapéutico sirve como vehiculizador de sentimientos, expresiones, malestares, vividos intensamente por el niño víctima. A lo largo de los encuentros los niños van mostrando sentimientos encontrados de amor odio hacia los otros, expresiones de agresión contenida, enojo y tristeza, propios de niños pequeños que han debido soportar situaciones traumáticas sin poder dar cuenta de ello.
Al igual que muchos teóricos sobre el tema (Volnovich, 2002, Ganduglia, 2002 )* sostenemos la necesidad de no vinculación con el supuesto ofensor o, la familia del mismo, hasta tanto no se haya realizado la pericia oficial y se establezcan las reglamentaciones suficientes para la protección de los niños.
*” la problemática de la revinculación (…) obstaculiza una adecuada evaluación de los factores de riesgo, imprescindible para decidir una reunificación familiar o la reconstrucción de un vínculo paterno filial y retroactivamente genera desviaciones en el momento inicial de la intervención ya que influye también en las decisiones de interrupción transitorias de vínculos, cuando esta decisión es imprescindible para una correcta evaluación del maltrato sospechado y para evitar una revictimización emocional del niño”[3]
En el caso de niños maltratados o abusados sexualmente que fueron obligados a seguir manteniendo un vínculo con los supuestos ofensores se produjeron retractaciones en las víctimas sostenidas desde el miedo, el sentimiento de desprotección y la sensación de profunda culpa que le genera a un niño, que no comprende bien la situación vivida, enfrentarse con alguno de sus progenitores o personas más cercana.
Ahora bien esto no resulta fácil, la persona denunciada reclama ver a su hijo, se siente amenazado no sólo por el denunciante y la justicia, si no además por el psicólogo tratante. Es así que comienzan las disputas y las amenazas entre las partes donde el niño es nuevamente victimizado.
Las madres que logran apoyo familiar y social, pueden llevar a cabo un sostén más firme y duradero hacia sus hijos. Lentamente van comprendiendo la situación en las que ellas también estaban involucradas y si no las atrapa la culpa y pueden hacer una buena elaboración de lo sucedido se convierten en buenas guardadoras de sus hijos.
Otras en cambio se sumergen en su propia desdicha y no pueden ver que vuelven a abandonar a sus hijos, estos son los niños que no progresan en la terapia y que muchas veces se retractan ya que a pesar del sufrimiento padecido prefieren contar con una figura pseudo protectora que por momentos era constituida por el perpetrador.
El niño comienza a ir i volver en su relato, se dice y se desdice, utiliza frases como, “yo lo dejé”, “tengo la culpa”, siempre fue bueno conmigo, me daba cosas”, “prefiero eso antes de no tener papá”, “si no lo veo es como si se hubiese muerto”y otras muchas frases en las cuales el niño se ubica como único responsable de lo sucedido y necesita que el padre vuelva y lo perdone.
Son otros muchos los casos en los cuales las mismas madres ante la impotencia de llevar a cabo la tarea de criar y educar a sus hijos permiten que el perpetrador vuelva y retiran las denuncias realizadas.
O la lucha toma otro matiz en la figura del abuso sexual se descargan todas las frustraciones, los rencores, las desaveniencias y los sufrimientos que tuvo la pareja y se realiza una batalla librada dentro y fuera de la justicia lo cual coloca al niño en un lugar de extrema vulnerabilidad.
Las familias donde se ha producido un abuso sexual infantil son familias disfuncionales en las cuales había un posible agresor sexual pero también había una anomalía en la función materna (Colombo, 2009), en la función de cuidado hacia la crianza lo cual dejaba a los más pequeños en un espacio de vulnerabilidad, caldo propicio para el ejercicio de la conducta sexual inadecuada.
BIBLIOGRAFÍA
Anales de psicología (2009), vol. 25, no 1.María Esther Castro, Antonio López Castedo y Encarnación Sueiro. Sintomatología asociada a agresores sexuales en prisión. Universidad de Vigo. España
Boschi, I.(1998) Perspectivas Sistémicas. “Obsesión, compulsión, ansiedad y parafilias”.
Colombo, R. (2009). Función materna y maltrato infantil. Anais VI Jornadas Apoiar. “Saude Mental y Violencia”. Sao Paulo.
Colombo, R. Breuer, S. (2010) Menores y adultos en conflicto con la ley. Cauquén editora. Buenos Aires.
Volnovich, J. (2002) (Compilador) Abuso sexual en la infancia. Buenos Aires, Lumen.
[1] María-Esther Castro et al. Sintomatología asociada a agresores sexuales en prisión.
[2] Isabel Boschi. Perspectivas sitémicas. “Obsesión, compulsión, ansiedad y parafilias”.
[3] Ganduglia, Abuso sexual en la infancia.pag 128