En defensa de los niños
¿En defensa de los niños? La evaluación psicológica hoy.
Dra. Rosa Inés Colombo.
Psicóloga UBA. Doctorada en Psicología. Perito en el Tribunal de Menores N°6 hasta 2008. Docente de grado y de posgrado de la Facultad de psicología de la UBA. Docente de posgrado de la Universidad de San Pablo, Brasil. Autora de técnicas de Evaluación Psicológica de abuso y maltrato infantil.
Buenos Aires fue la primera provincia en crear los juzgados de menores que preveía la Ley Agote, mediante la Ley 4.664 de 1938. Esta norma fue luego reemplazada por el Decreto-ley 10.067, más allá de ello este fuero se ocupó hasta el año 2008 de cuestiones ligadas a la asistencia de niños y familias en situación de riesgo, de jóvenes en relación al delito y los procesamientos penales, de delitos de maltrato infantil, abuso sexual, maltrato físico, abandono y del proceso de guarda y adopción de menores.
La ley de violencia familiar en la Argentina marcó un antes y un después en la historia de vida de muchos niños. Por supuesto que se construía dentro de un camino que había surgido de la mano de los derechos civiles de los ciudadanos, de la patria potestad compartida, de la Convención de los Derechos del niño. Simultáneamente diferentes profesionales e instituciones ya trabajaban en pos del cuidado de los llamados “Niños en situación de riesgo”, no solo desde la atención médica, social, psicológica sino además desde la creación de estrategias y métodos de acción que llevaran a la protección y al cuidado de los niños y de la familia en su conjunto.
La primera Ley de Violencia se dictó en el ámbito de la Nación y fue la 24.417, vigente desde el mes de enero de 1995. Esta misma ley invitó a las provincias a que cada una dictara una ley similar para cada provincia. En el año 2001 se dictó la ley de la Provincia de Buenos Aires la Nº 12.569.
La ley de la Provincia de Buenos Aires resultó ser más amplia que la de la Nación porque permite que la denuncia abarque a más personas, por ejemplo: a quien tenga o haya tenido una relación de noviazgo, ascendientes, descendientes o hermanos.
También es más explícita en la definición de lo que es la violencia familiar: (Art. 1° - A los efectos de la aplicación de la presente ley se entenderá por violencia familiar, toda acción, omisión, abuso, que afecte la integridad física, psíquica, moral, sexual y/o libertad de una persona en el ámbito del grupo familiar, aunque no configure delito.- Art. 2° - Se entenderá por grupo familiar al originado en el matrimonio o de las uniones de hecho, incluyendo a los ascendientes, descendientes, colaterales y/o consanguíneos y a convivientes o descendientes directos de algunos de ellos. La presente ley también se aplicará cuando se ejerza violencia familiar sobre la persona con quién tenga o haya tenido relación de noviazgo o pareja o con quien estuvo vinculado por matrimonio o unión de hecho.)
La ley Nacional sólo habla de grupo familiar originado en el matrimonio o en las uniones de hecho y sólo habla de lesiones o maltrato físico o psíquico. (Art. 1º - Toda persona que sufriese lesiones o maltrato físico o psíquico por parte de alguno de los integrantes del grupo familiar podrá denunciar estos hechos en forma verbal o escrita ante el juez con competencia en asuntos de familia y solicitar medidas cautelares conexas. A los efectos de esta Ley se entiende por grupo familiar el originado en el matrimonio o en las uniones de hecho.)
En ambas leyes está previsto el dictado de medidas cautelares que el Juez puede adoptar. Son diversas medidas de prevención: exclusión del hogar, de perímetro (prohibición de acercamiento a cierta cantidad de metros de la persona), de no acercamiento al ámbito laboral ni al domicilio o medidas de remedio: tales como reintegro de la damnificada a su hogar (para el caso en que la denunciante se retiró para protegerse del violento), alimentos para ella y/o sus hijos, tenencia provisoria. Puede disponer la citación del denunciado, pericias, tratamientos psicológicos gratuitos, etc.
En todos los casos el denunciante no necesita presentarse con abogado. Generalmente lo hace sin abogado.
Esta ley se utiliza sólo en el ámbito del derecho de familia. Expresamente quedan excluidas las situaciones que configuran delito según el Código Penal. En este caso actúa la justicia penal (por eso en los casos de abuso o lesiones leves o graves no se invoca esta norma sino que se hacen denuncias penales y el Fiscal tiene amplio poder de investigación)
Por otra parte La ley 12.607, está elaborada sobre el concepto de que la tarea asistencial debe ser propia del Ejecutivo, creando organismos y recursos específicos, mientras que el Poder Judicial debe limitarse a intervenir cuando hay un delito o un conflicto de derechos. Sus impulsores sostienen que hoy los jueces y asesores están tan sobrepasados de causas asistenciales que no pueden dedicarse de lleno a lo que debería ser en realidad su tarea.
La ley provincial crea un Sistema de Promoción y Protección Integral de Derechos, que incluye un Consejo Provincial del Niño y el Joven (cuya función sería centralizar el diseño y elaboración de las políticas asistenciales), Consejos Municipales en cada distrito (que serían los encargados de ejecutar esas políticas) y Servicios Locales y Zonales de Protección de Derechos (pensados fundamentalmente para los distritos más conflictivos).
En el plano judicial, la 12.607 transforma los actuales Juzgados de Menores en un Fuero Judicial de Niños y Jóvenes, que se compone de juzgados en lo Civil y juzgados en lo Penal, cada uno con su respectiva Cámara de Apelaciones, además de un Juzgado de Garantías Penal Juvenil.
Hoy, fines de 2011 en la provincia de Buenos Aires una familia que observa en un niño indicios de haber sido víctima de algún tipo de maltrato se encuentra con serias dificultades. En principio no se tiene claro aún en las instituciones cuáles son las dependencias del Estado a las que se debe recurrir, policía, centros de salud pública, agentes de justicia, organismos no gubernamentales, servicios municipales.
Algunas familias se acercan a una jefatura policial y la misma no siempre está informada sobre cómo debe proceder en estos casos. Los servicios municipales en los cuales los profesionales trabajan en su mayoría sin recibir renta no están autorizados a escuchar a un niño abusado sexualmente porque no podrán luego intervenir en la causa judicial. Otros, llamados centros locales no realizan evaluación psicológica, sólo entrevistan, escuchan y deciden sobre algún tipo de abrigo o sobre un tratamiento. Los que tienen la posibilidad de recurrir a un profesional privado, del área de la salud o del derecho quizá obtengan una información más certera y se dirijan así al Juzgado de Familia o a la Fiscalía que les corresponda por domicilio. Una vez logrado este punto, una vez hecha la denuncia se deberá esperar a conseguir un letrado que los represente ya que mientras en los Tribunales de Menores los ciudadanos eran atendidos sin un represente legal, en el fuero de Familia los mismos no pueden ser atendidos sin los letrados.
Allí empieza el peregrinaje, ya que el Fuero de Familia deberá comenzar la investigación para saber si el hecho denunciado puede ser posible y para esto se necesitan unas cuantas entrevistas a los adultos denunciantes, a los testigos y a la presunta víctima. Puede ser que mientras tanto la víctima, que siempre es el niño, siga viviendo o visitando a “el o la” presunto victimario, lo que hace más difícil la empresa.
Puede que esto se consiga y entonces creyendo en la probabilidad del hecho se derive la causa a la Fiscalía y allí la misma decida que es necesario que el niño sea evaluado por un perito psicólogo, por lo general única prueba del maltrato sufrido. Dado que una sola oficina por cada departamento judicial se ocupa de este tipo de evaluación la pericia se establece con un tiempo de espera no menor a los tres meses.
En este tiempo el denunciante trata, sin demasiadas herramientas legales de proteger al niño, si es que lo logra, el denunciado, lucha por salir de ese lugar y la justicia espera a que la prueba se produzca. ¿Quién defiende a ese niño?
Alternando con todas estas presiones el niño debe esperar el momento de la evaluación sin que medie ningún tipo de intervención porque como todos los psicólogos sabemos si esto pasa la pericia puede no ser válida argumentando cuestiones de pregnancia o de inocular en el niño contenidos que no pertenecen a su historia.
Si esta familia puede sobrevivir a todos estos inconvenientes y logra llegar a la pericia el niño tendrá que enfrentarse con la situación de evaluación por parte de un extraño que de alguna manera indagará sobre eso que fue tan privado, tan conflictivo, tan difícil de develar para este niño en cuestión. A esto se le sumará que en los últimos tiempos se presentan además peritos que representan a las partes en disputa. El niño se encontrará entonces con tres extraños que lo someten a la realización de una serie de instrumentos que debe cumplimentar además de volver a revivir de forma estigmatizante y traumática la situación padecida y aún temida.
Y ahora situada en la evaluación propiamente dicha, lo conflictivo en lugar de aliviarse se complica.
Por un lado podemos esbozar brevemente el camino recorrido en la concreción de una batería diagnóstica que evaluara el daño sufrido por el maltrato intrafamiliar crónico. Desde el año 1999 un grupo de psicólogas apoyadas por innumerables colegas nos hemos embarcado en la empresa de la construcción y adaptación de técnicas que evalúan los síntomas que padece un niño que ha sufrido, maltrato físico, abandono y abuso sexual infantil.
Se ha trabajado con muestras de niños víctima en contraste con niños de población general con distintos instrumentos psicométricos y proyectivos adaptados a la evolutiva infantil y en el contexto perteneciente a cada caso. Esas técnicas con su uso y su revisión fueron contando con la validez y confiablidad necesarias para poder formar parte de una batería que evalúe el maltrato infantil intrafamilair crónico.
Estos instrumentos recorrieron diferentes instituciones de Argentina para llegar al resto de Latinoamérica y hoy contar con adaptaciones y procesos de adaptación en Brasil, Uruguay y Chile.
Sin embargo, cuando transitamos los diferentes peritajes vemos que muchos de nuestros colegas utilizan técnicas que nos están adaptadas a nuestro medio, que no cuentan con baremos locales, que parten de la libre interpretación del evaluador y por lo tanto del consenso que los diferentes peritos realicen en el peritaje.
Así nos encontramos con pericias que sólo se basan en una entrevista y un dibujo libre del niño. Otras en las cuales la hora de juego diagnóstica se torna en terapéutica y luego le sucede la aplicación de instrumentos que evalúan constructos ajenos a aquello que estamos indagando más allá de que sean técnicas que se utilizan en la EPI.
Si esto no alcanza son muchas las ocasiones en las cuales el niño debe contestar a las preguntas del perito oficial y de los peritos de parte. No olvidemos de la situación de riesgo en la cual un niño que verdaderamente ha sufrido maltrato esto provoca despertando las más angustiantes fantasías persecutorias.
Viene el momento del informe, como dije anteriormente muchas veces única prueba para la justicia del maltrato sufrido. Allí el perito oficial debe pensar muy bien lo que va a volcar en el mismo porque de lo que sostenga en ese escrito tendrá que dar cuenta en el debate oral y público.
Por lo general estos informes están sobrecargados de datos familiares, de datos varios, de dichos de los progenitores o denunciantes, indicadores de la etapa evolutiva del menor, y luego pasan a describir cuestiones asociadas a trastornos sobre todo emocionales que resultan ambiguos y que dejan entre ver que el niño está sufriendo, que tiene un comportamiento regresivo, que presenta estrés postraumático pero todo dentro de una atmósfera de poca precisión y de mucha ambigüedad.
A esto se le suma que los peritos de parte en lugar de contribuir a la evaluación aportando datos objetivos de la misma, se encargan de difamar a los peritos que no opinan como ellos usando cualquier tipo de argumento mucho más del lado de la acusación o de la defensa que de su rol de evaluador dentro de un marco disciplinario y/o científico.
Son escasos los informes en los cuales se puntúa lo hallado en los instrumentos de evaluación y su integración llegando a una conclusión que responda a los puntos demandados. Tan claros en estos casos como: si el niño presenta indicadores asociados a haber sido víctima de algún tipo de maltrato infantil.
Muy por el contrario leemos informes que nos dicen SI y NO al mismo tiempo mientras dirimen si es posible que tal o cual persona haya cometido ese delito cuando no es el propósito de la pericia.
El niño padeció el maltrato, seguramente mientras esto sucedió no hubo un adulto responsable que lo cuidara. Cuando lo encontró y confió en él pudo contárselo, pero esto no alcanzó, debió pasar por otros tantos adultos que le preguntaran muchas veces, lo mismo como si él fuese tonto o no comprendiera o peor aún hablase en otro idioma, ya que no alcanzó con decirlo con palabras, ya lo había dicho con trastornos en la escuela, en el sueño, en sus vínculos sociales y hasta con enfermedades corporales.
Más aún, completó cuantas pruebas le pidieran y por medio de mecanismos tan sanos como el juego o el dibujo volvió a mostrarlo. Pero los adultos no se animan a creerle. No se puede confiar en el relato del niño dicen, puede estar influenciado, puede fabular, mentir, inventar y no sé cuántas cosas más.
Luego de todo esto en provincia de Buenos Aires puede que se intente usar la Cámara Gesell ya que no es requisito de entrevista como en Nación. Entonces el niño deberá otra vez tratar de hablar de lo que le pasó frente a otra psicóloga por lo general del Fuero de familia o de fiscalía o de Atención a la víctima, frente a un vidrio, sabiendo que hay alguien detrás de él, ¿quién, por qué? nadie sabe explicárselo bien. Pero esto crea más persecución, más angustia por lo cual es muy posible que el niño no pueda dar cuenta del daño sufrido.
El fiscal dirá que las pruebas no son suficientes, que no puede llevarse a juicio, el juzgado de familia hablará de los derechos de los progenitores, y otros intentarán la revinculación.
Más tarde, bastante más tarde, ese niño creció a pesar de todo y siente que nada está donde debe estar, que no sabe bien quién es, que no puede sostener vínculos y que se enoja más de lo que quisiera, o que está demasiado triste. Que no puede sostener una pareja y si ha tenido hijos cree que siempre está en falta.
Duda de sí mismo, duda del mundo, no se quiere a sí mismo y le es imposible confiar, trae con mucho esfuerzo algunos de los recuerdos de su infancia al espacio terapéutico y nos pregunta:” todo esto fue real o lo habré soñado, no puede ser que haya sido cierto porque, de haber sido cierto, algún adulto me hubiese ayudado.”
Dra. Rosa Inés Colombo
Noviembre 2011
Dra. Rosa Inés Colombo.
Psicóloga UBA. Doctorada en Psicología. Perito en el Tribunal de Menores N°6 hasta 2008. Docente de grado y de posgrado de la Facultad de psicología de la UBA. Docente de posgrado de la Universidad de San Pablo, Brasil. Autora de técnicas de Evaluación Psicológica de abuso y maltrato infantil.
Buenos Aires fue la primera provincia en crear los juzgados de menores que preveía la Ley Agote, mediante la Ley 4.664 de 1938. Esta norma fue luego reemplazada por el Decreto-ley 10.067, más allá de ello este fuero se ocupó hasta el año 2008 de cuestiones ligadas a la asistencia de niños y familias en situación de riesgo, de jóvenes en relación al delito y los procesamientos penales, de delitos de maltrato infantil, abuso sexual, maltrato físico, abandono y del proceso de guarda y adopción de menores.
La ley de violencia familiar en la Argentina marcó un antes y un después en la historia de vida de muchos niños. Por supuesto que se construía dentro de un camino que había surgido de la mano de los derechos civiles de los ciudadanos, de la patria potestad compartida, de la Convención de los Derechos del niño. Simultáneamente diferentes profesionales e instituciones ya trabajaban en pos del cuidado de los llamados “Niños en situación de riesgo”, no solo desde la atención médica, social, psicológica sino además desde la creación de estrategias y métodos de acción que llevaran a la protección y al cuidado de los niños y de la familia en su conjunto.
La primera Ley de Violencia se dictó en el ámbito de la Nación y fue la 24.417, vigente desde el mes de enero de 1995. Esta misma ley invitó a las provincias a que cada una dictara una ley similar para cada provincia. En el año 2001 se dictó la ley de la Provincia de Buenos Aires la Nº 12.569.
La ley de la Provincia de Buenos Aires resultó ser más amplia que la de la Nación porque permite que la denuncia abarque a más personas, por ejemplo: a quien tenga o haya tenido una relación de noviazgo, ascendientes, descendientes o hermanos.
También es más explícita en la definición de lo que es la violencia familiar: (Art. 1° - A los efectos de la aplicación de la presente ley se entenderá por violencia familiar, toda acción, omisión, abuso, que afecte la integridad física, psíquica, moral, sexual y/o libertad de una persona en el ámbito del grupo familiar, aunque no configure delito.- Art. 2° - Se entenderá por grupo familiar al originado en el matrimonio o de las uniones de hecho, incluyendo a los ascendientes, descendientes, colaterales y/o consanguíneos y a convivientes o descendientes directos de algunos de ellos. La presente ley también se aplicará cuando se ejerza violencia familiar sobre la persona con quién tenga o haya tenido relación de noviazgo o pareja o con quien estuvo vinculado por matrimonio o unión de hecho.)
La ley Nacional sólo habla de grupo familiar originado en el matrimonio o en las uniones de hecho y sólo habla de lesiones o maltrato físico o psíquico. (Art. 1º - Toda persona que sufriese lesiones o maltrato físico o psíquico por parte de alguno de los integrantes del grupo familiar podrá denunciar estos hechos en forma verbal o escrita ante el juez con competencia en asuntos de familia y solicitar medidas cautelares conexas. A los efectos de esta Ley se entiende por grupo familiar el originado en el matrimonio o en las uniones de hecho.)
En ambas leyes está previsto el dictado de medidas cautelares que el Juez puede adoptar. Son diversas medidas de prevención: exclusión del hogar, de perímetro (prohibición de acercamiento a cierta cantidad de metros de la persona), de no acercamiento al ámbito laboral ni al domicilio o medidas de remedio: tales como reintegro de la damnificada a su hogar (para el caso en que la denunciante se retiró para protegerse del violento), alimentos para ella y/o sus hijos, tenencia provisoria. Puede disponer la citación del denunciado, pericias, tratamientos psicológicos gratuitos, etc.
En todos los casos el denunciante no necesita presentarse con abogado. Generalmente lo hace sin abogado.
Esta ley se utiliza sólo en el ámbito del derecho de familia. Expresamente quedan excluidas las situaciones que configuran delito según el Código Penal. En este caso actúa la justicia penal (por eso en los casos de abuso o lesiones leves o graves no se invoca esta norma sino que se hacen denuncias penales y el Fiscal tiene amplio poder de investigación)
Por otra parte La ley 12.607, está elaborada sobre el concepto de que la tarea asistencial debe ser propia del Ejecutivo, creando organismos y recursos específicos, mientras que el Poder Judicial debe limitarse a intervenir cuando hay un delito o un conflicto de derechos. Sus impulsores sostienen que hoy los jueces y asesores están tan sobrepasados de causas asistenciales que no pueden dedicarse de lleno a lo que debería ser en realidad su tarea.
La ley provincial crea un Sistema de Promoción y Protección Integral de Derechos, que incluye un Consejo Provincial del Niño y el Joven (cuya función sería centralizar el diseño y elaboración de las políticas asistenciales), Consejos Municipales en cada distrito (que serían los encargados de ejecutar esas políticas) y Servicios Locales y Zonales de Protección de Derechos (pensados fundamentalmente para los distritos más conflictivos).
En el plano judicial, la 12.607 transforma los actuales Juzgados de Menores en un Fuero Judicial de Niños y Jóvenes, que se compone de juzgados en lo Civil y juzgados en lo Penal, cada uno con su respectiva Cámara de Apelaciones, además de un Juzgado de Garantías Penal Juvenil.
Hoy, fines de 2011 en la provincia de Buenos Aires una familia que observa en un niño indicios de haber sido víctima de algún tipo de maltrato se encuentra con serias dificultades. En principio no se tiene claro aún en las instituciones cuáles son las dependencias del Estado a las que se debe recurrir, policía, centros de salud pública, agentes de justicia, organismos no gubernamentales, servicios municipales.
Algunas familias se acercan a una jefatura policial y la misma no siempre está informada sobre cómo debe proceder en estos casos. Los servicios municipales en los cuales los profesionales trabajan en su mayoría sin recibir renta no están autorizados a escuchar a un niño abusado sexualmente porque no podrán luego intervenir en la causa judicial. Otros, llamados centros locales no realizan evaluación psicológica, sólo entrevistan, escuchan y deciden sobre algún tipo de abrigo o sobre un tratamiento. Los que tienen la posibilidad de recurrir a un profesional privado, del área de la salud o del derecho quizá obtengan una información más certera y se dirijan así al Juzgado de Familia o a la Fiscalía que les corresponda por domicilio. Una vez logrado este punto, una vez hecha la denuncia se deberá esperar a conseguir un letrado que los represente ya que mientras en los Tribunales de Menores los ciudadanos eran atendidos sin un represente legal, en el fuero de Familia los mismos no pueden ser atendidos sin los letrados.
Allí empieza el peregrinaje, ya que el Fuero de Familia deberá comenzar la investigación para saber si el hecho denunciado puede ser posible y para esto se necesitan unas cuantas entrevistas a los adultos denunciantes, a los testigos y a la presunta víctima. Puede ser que mientras tanto la víctima, que siempre es el niño, siga viviendo o visitando a “el o la” presunto victimario, lo que hace más difícil la empresa.
Puede que esto se consiga y entonces creyendo en la probabilidad del hecho se derive la causa a la Fiscalía y allí la misma decida que es necesario que el niño sea evaluado por un perito psicólogo, por lo general única prueba del maltrato sufrido. Dado que una sola oficina por cada departamento judicial se ocupa de este tipo de evaluación la pericia se establece con un tiempo de espera no menor a los tres meses.
En este tiempo el denunciante trata, sin demasiadas herramientas legales de proteger al niño, si es que lo logra, el denunciado, lucha por salir de ese lugar y la justicia espera a que la prueba se produzca. ¿Quién defiende a ese niño?
Alternando con todas estas presiones el niño debe esperar el momento de la evaluación sin que medie ningún tipo de intervención porque como todos los psicólogos sabemos si esto pasa la pericia puede no ser válida argumentando cuestiones de pregnancia o de inocular en el niño contenidos que no pertenecen a su historia.
Si esta familia puede sobrevivir a todos estos inconvenientes y logra llegar a la pericia el niño tendrá que enfrentarse con la situación de evaluación por parte de un extraño que de alguna manera indagará sobre eso que fue tan privado, tan conflictivo, tan difícil de develar para este niño en cuestión. A esto se le sumará que en los últimos tiempos se presentan además peritos que representan a las partes en disputa. El niño se encontrará entonces con tres extraños que lo someten a la realización de una serie de instrumentos que debe cumplimentar además de volver a revivir de forma estigmatizante y traumática la situación padecida y aún temida.
Y ahora situada en la evaluación propiamente dicha, lo conflictivo en lugar de aliviarse se complica.
Por un lado podemos esbozar brevemente el camino recorrido en la concreción de una batería diagnóstica que evaluara el daño sufrido por el maltrato intrafamiliar crónico. Desde el año 1999 un grupo de psicólogas apoyadas por innumerables colegas nos hemos embarcado en la empresa de la construcción y adaptación de técnicas que evalúan los síntomas que padece un niño que ha sufrido, maltrato físico, abandono y abuso sexual infantil.
Se ha trabajado con muestras de niños víctima en contraste con niños de población general con distintos instrumentos psicométricos y proyectivos adaptados a la evolutiva infantil y en el contexto perteneciente a cada caso. Esas técnicas con su uso y su revisión fueron contando con la validez y confiablidad necesarias para poder formar parte de una batería que evalúe el maltrato infantil intrafamilair crónico.
Estos instrumentos recorrieron diferentes instituciones de Argentina para llegar al resto de Latinoamérica y hoy contar con adaptaciones y procesos de adaptación en Brasil, Uruguay y Chile.
Sin embargo, cuando transitamos los diferentes peritajes vemos que muchos de nuestros colegas utilizan técnicas que nos están adaptadas a nuestro medio, que no cuentan con baremos locales, que parten de la libre interpretación del evaluador y por lo tanto del consenso que los diferentes peritos realicen en el peritaje.
Así nos encontramos con pericias que sólo se basan en una entrevista y un dibujo libre del niño. Otras en las cuales la hora de juego diagnóstica se torna en terapéutica y luego le sucede la aplicación de instrumentos que evalúan constructos ajenos a aquello que estamos indagando más allá de que sean técnicas que se utilizan en la EPI.
Si esto no alcanza son muchas las ocasiones en las cuales el niño debe contestar a las preguntas del perito oficial y de los peritos de parte. No olvidemos de la situación de riesgo en la cual un niño que verdaderamente ha sufrido maltrato esto provoca despertando las más angustiantes fantasías persecutorias.
Viene el momento del informe, como dije anteriormente muchas veces única prueba para la justicia del maltrato sufrido. Allí el perito oficial debe pensar muy bien lo que va a volcar en el mismo porque de lo que sostenga en ese escrito tendrá que dar cuenta en el debate oral y público.
Por lo general estos informes están sobrecargados de datos familiares, de datos varios, de dichos de los progenitores o denunciantes, indicadores de la etapa evolutiva del menor, y luego pasan a describir cuestiones asociadas a trastornos sobre todo emocionales que resultan ambiguos y que dejan entre ver que el niño está sufriendo, que tiene un comportamiento regresivo, que presenta estrés postraumático pero todo dentro de una atmósfera de poca precisión y de mucha ambigüedad.
A esto se le suma que los peritos de parte en lugar de contribuir a la evaluación aportando datos objetivos de la misma, se encargan de difamar a los peritos que no opinan como ellos usando cualquier tipo de argumento mucho más del lado de la acusación o de la defensa que de su rol de evaluador dentro de un marco disciplinario y/o científico.
Son escasos los informes en los cuales se puntúa lo hallado en los instrumentos de evaluación y su integración llegando a una conclusión que responda a los puntos demandados. Tan claros en estos casos como: si el niño presenta indicadores asociados a haber sido víctima de algún tipo de maltrato infantil.
Muy por el contrario leemos informes que nos dicen SI y NO al mismo tiempo mientras dirimen si es posible que tal o cual persona haya cometido ese delito cuando no es el propósito de la pericia.
El niño padeció el maltrato, seguramente mientras esto sucedió no hubo un adulto responsable que lo cuidara. Cuando lo encontró y confió en él pudo contárselo, pero esto no alcanzó, debió pasar por otros tantos adultos que le preguntaran muchas veces, lo mismo como si él fuese tonto o no comprendiera o peor aún hablase en otro idioma, ya que no alcanzó con decirlo con palabras, ya lo había dicho con trastornos en la escuela, en el sueño, en sus vínculos sociales y hasta con enfermedades corporales.
Más aún, completó cuantas pruebas le pidieran y por medio de mecanismos tan sanos como el juego o el dibujo volvió a mostrarlo. Pero los adultos no se animan a creerle. No se puede confiar en el relato del niño dicen, puede estar influenciado, puede fabular, mentir, inventar y no sé cuántas cosas más.
Luego de todo esto en provincia de Buenos Aires puede que se intente usar la Cámara Gesell ya que no es requisito de entrevista como en Nación. Entonces el niño deberá otra vez tratar de hablar de lo que le pasó frente a otra psicóloga por lo general del Fuero de familia o de fiscalía o de Atención a la víctima, frente a un vidrio, sabiendo que hay alguien detrás de él, ¿quién, por qué? nadie sabe explicárselo bien. Pero esto crea más persecución, más angustia por lo cual es muy posible que el niño no pueda dar cuenta del daño sufrido.
El fiscal dirá que las pruebas no son suficientes, que no puede llevarse a juicio, el juzgado de familia hablará de los derechos de los progenitores, y otros intentarán la revinculación.
Más tarde, bastante más tarde, ese niño creció a pesar de todo y siente que nada está donde debe estar, que no sabe bien quién es, que no puede sostener vínculos y que se enoja más de lo que quisiera, o que está demasiado triste. Que no puede sostener una pareja y si ha tenido hijos cree que siempre está en falta.
Duda de sí mismo, duda del mundo, no se quiere a sí mismo y le es imposible confiar, trae con mucho esfuerzo algunos de los recuerdos de su infancia al espacio terapéutico y nos pregunta:” todo esto fue real o lo habré soñado, no puede ser que haya sido cierto porque, de haber sido cierto, algún adulto me hubiese ayudado.”
Dra. Rosa Inés Colombo
Noviembre 2011
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INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA. INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES.
¿POR QUÉ INVESTIGAR? ¿POR QUÉ SITEMATIZAR NUESTRO TRABAJO DIARIO?
La psicología ha ido realizando a lo largo de su historia un peregrinaje propio entre las diferentes disciplinas y ciencias. Tanto de la mano de lo experimental como de lo filosófico se ha ido abriendo camino y sorteando obstáculos, sin embargo en los últimos tiempos muchos han sido los esfuerzos para que esta ciencia se pudiera adjudicar un lugar de respeto y necesidad al lado de otras más reconocidas en el mundo académico.
Hoy los psicólogos ocupan un lugar de importancia en los diferentes ámbitos y contextos. No se piensa un ámbito hospitalario, judicial, laboral, educativo o de asistencia social sin el auxilio de esta ciencia. Es más, hoy se utilizan sus teorías en ámbitos como el deporte, la política y hasta la economía.
Este no ha sido el mérito solamente de los grandes desarrollos teóricos sino también del camino recorrido por la investigación, la construcción científica. Como decía en un principio en nuestro medio muchos asocian la psicología con el psicoanálisis, con S. Freud y con sus seguidores, pero también ha mostrado un enfoque diferente impulsado por la psicología experimental y la psicometría.
Pero cómo llegar a estos avances sin el aporte indispensable del trabajo diario en las diferentes instituciones en donde los psicólogos realizan su tarea diaria. Es a partir de su trabajo, de su escucha, de sus evaluaciones, valoraciones y de sus señalamientos que vamos construyendo un saber sobre cada problemática a tratar.
Así se va creando la ciencia con el aporte de teóricos y del trabajo de campo. Sin embargo mientras los teóricos sostenidos o no por universidades y centros de estudios plantean sus hipótesis y tratan de comprobarlas mediante largas y costosas investigaciones, el psicólogo en el campo, trabajando con la enfermedad física o mental, con la delincuencia, con la marginalidad, va sumando día a día, la frecuencia, la recurrencia y la correlación que la teoría trata de comprobar.
¿Cuando se unen? ¿Cuándo se integran? ¿Cuándo sale el teórico a ver la realidad y a trabajar con ella? ¿Cuándo el “obrero” psicólogo se dedica a teorizar sobre su práctica?
El dedicarse a temas tan comprometidos socialmente como la delincuencia, la marginalidad, el desamparo, el maltrato infantil, nos absorbe todas nuestras fuerzas. No nos deja resto para conectarnos con el material recogido, sólo no convoca al hacer, a resolver, a actuar. Sin embargo lo trabajado en cada puesto de salud, de contención, de evaluación se vuelve más prolífero y rico que cientos de centros de investigación teórica.
La pregunta sería entonces porque no lo hacemos. A veces porque no nos damos el lugar, otras veces porque no creemos que esto sea necesario y otras porque no contamos con otras manos que nos ayuden en esto.
Si quisiéramos dedicarnos a sistematizar nuestra práctica de dónde partiríamos. De nuestra propia muestra, de identificar, clasificar, procesar e interpretar los datos que observamos y recopilamos a diario.
Nuestra primera pregunta sería con quiénes trabajamos, dónde lo hacemos, cuáles son las características de esa población, cómo podemos describir a ese grupo.
En el caso de la violencia doméstica, que es el tema que nos convoca, vemos la necesidad cada vez más de poder anticipar situaciones de riesgo familiar y hacia los niños. Esto nos coloca en una posición que requiere del trabajo de investigación dirigido a hallar indicadores y topologías que nos lleven a construir bases de prevención en violencia.
PROBLEMA: VIOLENCIA DOMÉSTICA. MALTRATO INFANTIL
OBJETIVO: HALLAR INDICADORES QUE NOS PERMITAN ESTABLECER ESTRUCTURAS DE PREVENCIÓN
Para esto debemos volver la mirada hacia el campo de trabajo y observar nuestra población. La primera pregunta se formularía en función de QUIÉNES son los sujetos que componen nuestro universo de acción. DÓNDE se ubican, cuáles son sus CARACTERÍSTICAS y cómo podríamos DESCRIBIR CADA GRUPO.
Aquí estaremos frente a la descripción de la muestra de trabajo como tal. Indispensable paso para comenzar un trabajo de investigación o un estudio de campo.
Ahora bien, una vez discriminada la muestra nuestra tarea sería pensar cuáles son los CRITERIOS DE INCLUSIÓN Y DE EXCLUSIÓN que nos llevan a evaluar a estas personas que concurren a nuestro centro. Este paso estará íntimamente ligado a nuestro objetivo de trabajo. Aparecerán allí interrogantes tales como: ¿Es necesario evaluar a los padres del niño para conocer su grado de conflicto familiar? ¿Debemos trabajar sólo con el niño? ¿El contexto debe ser incluido?
Una vez delimitado el objeto de estudio, por ejemplo, el vínculo entre padres e hijos, el daño sufrido por un niño maltratado, la estructura familiar del maltrato infantil, entre otros, podremos comenzar a pensar en el o los instrumentos a utilizar.
Los instrumentos en psicología pasan a ser todo un capítulo aparte de la discusión, en nuestros medios, latino americanos, contamos con una acotada producción de instrumentos locales, por lo general nos manejamos con la adaptación de instrumentos europeos o estadounidenses en el campo de la evaluación psicológica. Los propios colegas se muestran reacios a confiar en las producciones de sus compatriotas y buscan en el afuera, lo que seguramente tiene una validez mayor tratándose de un instrumento construido en el medio local.
Es así como nos encontramos ante un gran desafío en el momento de decidir qué medir y cómo medir. La experiencia compartida entre Argentina y Brasil en el ámbito del maltrato infantil y de la violencia doméstica (Colombo-Tardivo, 2009-2011)[1] nos da cuenta de la importancia de la construcción y adaptación de instrumentos y de la seriedad científica al establecer su validez y confiabilidad.
En el área específica de la Psicología los profesionales cuentan con instrumentos de evaluación que se construyeron siguiendo las pautas necesarias que los lleven a su validez y confiabilidad. Dichos instrumentos son utilizados en función del área o constructo psicológico que se desea evaluar por lo tanto podríamos clasificarlos según evalúen inteligencia, personalidad, ansiedad, memoria, redes sociales, interacción familiar, entre otras
En el caso particular de los niños víctimas de maltrato la evaluación se centra en la preocupación, como planteáramos anteriormente, del daño sufrido o del riesgo para su persona. Por lo tanto las técnicas elegidas deben responder a estos constructos a medir.
Nos detenemos un momento para puntualizar algunos aspectos de los instrumentos más utilizados en la evaluación de niños dedicando un especial interés en aquellas específicas en la detección del maltrato infantil.
Hora de juego diagnóstica: Esta técnica es considerada una herramienta fundamental en la evaluación de niños. Se sabe cómo el juego en el niño es vehiculizador de emociones y espacio de crecimiento y desarrollo.
Para poder utilizarla es necesario contar con una caja de juegos que incluya: animales domésticos y salvajes, personas, héroes o personajes de ficción, personajes de lucha (como indios o soldados), muñecos que puedan simbolizar una familia, ladrillos, encastres, rompecabezas, autos de diferentes tamaños, hojas, lápices, marcadores, cosas de la casa, elementos de cocina, el juego del doctor y de policías, materiales de arte (plasticolas de colores, témperas, papeles de colores, brillantinas, arcilla o plastilina para modelar, etc.), títeres, personajes de cuentos “malos y buenos”.
La consigna con la cual se presentan los materiales es “Acá tenés una caja de juguetes podes usar los que quieras o armar el juego que vos prefieras”. Esta es una consigna atrayente para el niño y permite al evaluador observar el tipo de juego.
El objetivo de esta técnica es “(…) recabar información sobre el supuesto trauma vivido y reflejarlo lo más fielmente posible.
Sólo se le permitirá al evaluador aquellas preguntas que se necesiten para clarificar cuestiones que tengan que ver con la necesidad de comprender el significado que el niño ha querido atribuir a determinada acción.
No se permiten ni interpretaciones ni señalamientos, como sucede en el curso del tratamiento psicológico.
Las preguntas deben ser abiertas, no inductivas, y se debe preguntar por cada acción del niño sin hacer inferencias, nada es obvio o se da por supuesto, el niño es el que tiene la teoría sobre aquello que dice o que dibuja y no el evaluador. Nada en especial tiene su correlato en la interpretación, debemos preguntar qué significa eso que dibujó para el niño, o aquello que dijo”[2].
Inventario de frases: es un inventario construido a partir de las frases espontáneas de los niños en la clínica y tiene por objeto detectar indicadores asociados al maltrato infantil. El mismo está redactado para ser leído a los niños por el evaluador, debiendo contestar por sí o no.
“(…) la técnica permite discriminar entre la muestra de niños maltratados y la muestra general (…)”[3]. Los niños “(…) ven reflejada su problemática en las frases: su manera particular de sentir y actuar, las distorsiones del pensamiento que les produjo el maltrato, su percepción del mundo adulto que los rodea, la falta de confianza en los otros. (…)
El inventario de frases pudo poner en palabras: sensaciones, angustias, tristezas, dudas que los niños prestaban en la consulta pero que son difíciles de introducir en el dialogo (…)”[4]
“Las frases son sensibles y están asociadas a los trastornos descriptos (…)”[5] como trastornos emocionales, físicos, conductuales cognitivos, y sociales.
Persona bajo la lluvia: “Esta prueba es una técnica grafica, mediante la cual se le solicita al niño que dibuje una persona bajo la lluvia. Se le proporciona una hoja en posición vertical, un lápiz negro y una goma de borrar. “Persona bajo la lluvia” podría ser una prueba válida a la hora de detectar indicadores que permitan sospechar que un niño es o fue sometido a algún tipo de maltrato”[6].
Los indicadores significativos son: dimensión pequeña, borrado, lluvia sectorizada, ausencia de piso, ojos vacíos, ausencia de detalles y figura infantil o incompleta.
Si bien esta técnica es utilizada en ámbitos como el laboral o el escolar siempre teniendo en cuenta que evalúa cómo la persona se posiciona ante una situación de estrés, en el caso puntual del maltrato infantil, las investigaciones realizadas (1999. 2004. 2006) dieron cuenta de ser una prueba útil para detectar indicadores asociados a este síndrome.
Entrevista: es la técnica más utilizada en la evaluación psicológica. En algunos casos hay profesionales que la utilizan como único instrumento.
Cuando se realiza una evaluación de niños, si bien muchas veces se comienza por la hora de juego diagnóstica, la entrevista no debe faltar, independientemente de la edad del evaluado.
La misma, ya sea estructurada o libre, nos aporta información sobre varias áreas, social, emocional, cognitiva, evolutiva. Además es la que permite entablar un rapport con el evaluado indispensable en toda evaluación psicológica. En el caso particular del maltrato infantil “Es la herramienta fundamental con la que cuenta el psicólogo. Lejos de ser una indagatoria, la entrevista psicológica pretende acercarse del modo más contenedor posible al problema que sufre una persona, en este caso, un niño, facilitándole (…) que pueda comunicarnos la naturaleza de su sufrimiento y el relato de los hechos que lo motivaron”[7].
Una vez elegidos los instrumentos y realizado la descripción correspondiente de los mismos, su objetivo, características y propiedades debemos ser muy claros con los pasos de su administración.
El lugar dónde serán evaluados, quién será el evaluador, con qué elementos se contará, inventarios, cuestionarios, papel y lápiz, juegos, matrices, etcétera. Una vez realizada la toma se encara la segunda parte del proceso de investigación que tiene que ver con la sistematización y el procesamiento de los datos en donde la psicología es auxiliada por la estadística.
Muchos son los métodos que pueden utilizarse en esta etapa. Muchos colegas utilizan paquetes estadísticos construidos para el trabajo en Ciencias sociales que de alguna manera simplifican nuestro trabajo. Sin embargo el poder pensar acerca de nuestro objetivo, qué estamos buscando a través de esta evaluación nos lleva a indagar cuáles serían los mejores métodos para acercarnos a conclusiones más confiables.
Es así cómo el trabajo con grupos contrastados en la problemática de la violencia nos permite observar más claramente cuáles son los indicadores propios de este síndrome y cuáles sólo acompañan pero no definen a esta población. De esta manera una vez terminada nuestra investigación podemos tener más claro sobre qué puntos se debe trabajar. Allí se plantearán nuevamente las preguntas pero esta vez tratando de establecer ciertas respuestas que surgen de dicho estudio.
Veamos un ejemplo. Cuando se trabajó entre el año 2004 y el 2008 con niños y familias en situación de riesgo en la provincia de Buenos Aires, Argentina, se establecieron estos pasos en función de conocer la relación existente entre la Función materna y el Maltrato infantil. Para ello hubo que estudiar tanto a los padres como a los niños.
Cómo pensaríamos este planteo teórico en la práctica.
1- DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA.
QUIENES, DÓNDE, CARACTERÍSTICAS, DESCRIPCIÓN DEL GRUPO.
2-CRITERIOS DE INCLUSIÓN Y EXLCUSIÓN
3- INSTRUMENTOS.
CUÁLES, DÓNDE, POR QUÉ.
4- ADMINISTRACIÓN
DESCRIBIR TODAS LAS CARACTERÍSTICAS DE LA ADMINISTRACIÓN.
5- SISTEMATIZACIÓN DE DATOS.
PROCESO ESTADÍSTICO.
6-CONLCUSIONES
1- MUESTRA
N= 400 NIÑOS JUDICIALIZADOS POR MALTRATO. CONURBANO BONAERENSE. CLASE SOCIAL BAJA
Descripción del grupo
Grupo Maltrato Físico
Se han incorporado a este grupo los niños que fueron citados al Tribunal de Menores por una denuncia de golpes, lesiones, quemaduras, traumatismos, etc.
A estas denuncias las acompañaron en algunos casos informes médicos de hospitales de la zona o de salas de asistencia médica, además de testigos presenciales. Los niños fueron evaluados por el Equipo técnico del Tribunal y se confirmó esta denuncia.
Grupo Abandono Se han incorporado a este grupo los niños de los cuales se recibió una denuncia por parte de adultos por el abandono de los mismos en la propia casa o en casa de vecinos. Este abandono ha sido confirmado por el Equipo técnico del Tribunal y los niños se instalaron con otras familias o en Hogares de tránsito perdiendo el contacto con sus progenitores.
Grupo Abuso sexual infantil
Se han incorporado en este grupo los niños que han denunciado un abuso sexual por parte de un adulto perteneciente o no a su familia. Esta denuncia ha sido confirmada por el Equipo técnico del Tribunal o ha sido acompañada por examen médico forense.
2- CRITERIOS DE INCLUSIÓN
Los criterios de inclusión a la muestra de estudio tenidos en cuenta han sido:
- Consentimiento del niño y de los padres para su evaluación.
- Posibilidad de evaluar al niño en las dos técnicas gráficas : H T P y Persona bajo la lluvia.
- Posibilidad de contar con la Entrevista de evaluación de los padres.
- Poseer un claro diagnóstico por criterio experto del maltrato sufrido
Los criterios de exclusión sostenidos son:
- Incapacidad mental o física grave de los niños a evaluar.
- No contar con alguno de los instrumentos de evaluación
- No contar con la entrevista de evaluación a padres.
3- INSTRUMENTOS De la totalidad de los instrumentos utilizados en la pericia psicológica de estos niños se tomaron para su sistematización y análisis los protocolos de las pruebas gráficas H T P Y Persona bajo la lluvia. Estas técnicas nos aportan variada información, son de fácil administración y no suelen provocar conflicto o malestar en los niños cuando las realizan.
4- ADMINISTRACIÓN Los niños fueron todos evaluados por el mismo evaluador perteneciente al Equipo técnico del Tribunal, garantizando de esta manera la validez y confiabilidad de la evaluación eliminando las variaciones intersubjetivas.
Luego de la entrevista al niño en la cual se recababan datos personales, de filiación, con respecto a la escolaridad, situaciones diarias y relaciones familiares, se le pedía la realización de técnicas gráficas.
Se le daba una hoja A4 blanca y un lápiz y se le pedía que dibujara una casa, luego en otra hoja un árbol, en otra una persona y en la cuarta hoja una persona bajo la lluvia.
Ante cualquier pregunta sobre contenido o realización se le contestaba, “como quieras”.
5- SISTEMATIZACIÓN DE DATOS.
Siendo la Definición operativa: La puntuación obtenida en un instrumento.
Maltrato infantil: en el caso del Maltrato infantil y en función de las técnicas gráficas HTP y Persona bajo la lluvia, tomamos como criterio de corte para el análisis de los indicadores hallados aquellos con una frecuencia mayor al 60%” lo que definiría como maltrato infantil el contar con un puntaje en cada indicador mayor al 60%.
1. Los casos fueron ingresados en una matriz de datos
2. El total de los casos fue clasificado en 3 grupos: AB N= 41 (abandono), ASI N= 111 (abuso sexual infantil) y MF N= 97(maltrato físico)
3. Se realizó el cálculo estadístico correspondiente para obtener la frecuencia de cada indicador para dicha muestra.
4. Se realizaron los gráficos de barras de cada subgrupo AB, MF y ASI
5. De cada grupo (subgrupo) se armaron nuevas tablas agrupando cada técnica gráfica por separado (PBLL, casa, árbol y persona).
6. Se realizaron gráficos de barras comparando los distintos tipos de maltrato para cada indicador.
1- Se realizó una Tabla comparativa entre indicadores, variables y frecuencia.
2- Se analizó en forma individual con cada indicador en los distintos tipos de maltrato y en los dos sexos (masculino y femenino). Por ejemplo “Dimensión pequeña” en la prueba gráfica “Persona” dentro del H T P, para el Maltrato físico, el Abandono y el Abuso sexual y se compararon dichas medias estableciendo el grado de significación de las diferencias halladas mediante la “prueba estadística de Tukey”.
6-CONLCUSIONES
Esta presentación tuvo por objeto mostrar la importancia de la sistematización de los datos que llegan a la consulta diaria del psicólogo. Partir del caudal de información que constituye la casuística para obtener de la misma, datos valiosos que nos permitan realizar una interpretación más delimitada de la problemática a tratar.
Por otra parte es importante disponer de una metodología que nos habilite un trabajo confiable que lleve a resultados utilizables. Para ello debemos conocer la muestra estudiada y contar con instrumentos válidos y confiables.
La problemática de la VIOLENCIA DOMÉSTICA Y EL MALTRATO INFANTIL nos convoca día a día, no podemos dejar de escuchar ese reclamo pero debemos acercarnos de la manera más científica que nos sea posible. De esta manera podremos aportar tanto a la justicia como a la asistencia social útiles que ayuden en la tarea del resto de la comunidad.
BIBLIOGRAFÍA
Agosta-Colombo-Barilari. Abuso y maltrato infantil. Inventario de frases revisado. Buenos Aires, 2º edición, Cauquén editora, 2005
Agosta-Colombo-Barilari. Abuso y maltrato infantil. Pericia forense en niños maltratados. Entrevista inicial institucional. Buenos Aires, Cauquén editora. 2004
Barudy, J. – Dantagnan, M. Los Buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona, Gedisa, 1° edición, 2005
Colombo, R. Barilari, Z. Agosta. C Abuso y maltrato infantil. Indicadores en persona bajo la lluvia. Buenos Aires, Cauquén editora, 3º edición, 2006
Convención sobre los derechos del niño ley N 23.849 UNICEF 1989
Costa y Gagliano Tutelados y Asistidos. Buenos Aires, Paidós, 2000
Echeburúa, Enrique Y Paz De Corral. Manual de Violencia Familiar. Madrid. Siglo XXI De España Editores. 1998
Hammer, E. Test proyectivos gráficos Barcelona, Paidós, 2° Reimpresión 1997
Malacrea, M. Trauma y reparación. Buenos Aires, Paidós, 2000
Microsoft® Encarta® 2006. © 1993-2005
Ojeda, N. Actualizaciones en Resiliencia. Buenos Aires, Universidad Nacional De Lanas, 2000
Perrone, R Violencia y abusos sexuales en la familia. México, Paidós, 1997
Sanz. Molina. Violencia y abuso en familia. Buenos Aires, Editorial Lumen, 1° edición, 1999.
Savanti, Alicia Zanotti de. “Características de las familias de poblaciones marginales”. Directora del programa de Educación de la Salud del Centro Misional Domingo Savio 1992
Shirar, L. Dissociative children. USA, Norton, 1996
Silva, G. Resiliencia y violencia política en niños. Buenos Aires, Universidad Nacional de Lanús, 1999.
Volnovich, J. (Compilador) Abuso sexual en la infancia. Buenos Aires, Lumen, 2002
Winnicott, D. El hogar, nuestro punto de partida. Buenos Aires, Paidós, 1° Reimpresión 1996
Winnicott. D Deprivación y Delincuencia. Buenos Aires, Paidós, 3° reimpresión 2003
Winnicott. D Realidad y Juego. Barcelona, Gedisa Editorial, 1999.
[1] IFR. Colombo, Barilari, Agosta. 2004-2008
IFVD. Tardivo- Pinto Junior. 2010
[2] Colombo, R. Beigbeder de Agosta, C. Abuso y maltrato infantil. Hora de juego diagnostica p. 36
[3] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. Abuso y maltrato infantil. Inventario de frases revisado (IFR) p. 35
[4] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. op. Cit. P. 36
[5] Ibid. p. 35
[6] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. Abuso y maltrato infantil. Indicadores en “Persona bajo la lluvia” p. 31
[7] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. Abuso y maltrato infantil. Pericia forense. Entrevista inicial institucional p. 37
Hoy los psicólogos ocupan un lugar de importancia en los diferentes ámbitos y contextos. No se piensa un ámbito hospitalario, judicial, laboral, educativo o de asistencia social sin el auxilio de esta ciencia. Es más, hoy se utilizan sus teorías en ámbitos como el deporte, la política y hasta la economía.
Este no ha sido el mérito solamente de los grandes desarrollos teóricos sino también del camino recorrido por la investigación, la construcción científica. Como decía en un principio en nuestro medio muchos asocian la psicología con el psicoanálisis, con S. Freud y con sus seguidores, pero también ha mostrado un enfoque diferente impulsado por la psicología experimental y la psicometría.
Pero cómo llegar a estos avances sin el aporte indispensable del trabajo diario en las diferentes instituciones en donde los psicólogos realizan su tarea diaria. Es a partir de su trabajo, de su escucha, de sus evaluaciones, valoraciones y de sus señalamientos que vamos construyendo un saber sobre cada problemática a tratar.
Así se va creando la ciencia con el aporte de teóricos y del trabajo de campo. Sin embargo mientras los teóricos sostenidos o no por universidades y centros de estudios plantean sus hipótesis y tratan de comprobarlas mediante largas y costosas investigaciones, el psicólogo en el campo, trabajando con la enfermedad física o mental, con la delincuencia, con la marginalidad, va sumando día a día, la frecuencia, la recurrencia y la correlación que la teoría trata de comprobar.
¿Cuando se unen? ¿Cuándo se integran? ¿Cuándo sale el teórico a ver la realidad y a trabajar con ella? ¿Cuándo el “obrero” psicólogo se dedica a teorizar sobre su práctica?
El dedicarse a temas tan comprometidos socialmente como la delincuencia, la marginalidad, el desamparo, el maltrato infantil, nos absorbe todas nuestras fuerzas. No nos deja resto para conectarnos con el material recogido, sólo no convoca al hacer, a resolver, a actuar. Sin embargo lo trabajado en cada puesto de salud, de contención, de evaluación se vuelve más prolífero y rico que cientos de centros de investigación teórica.
La pregunta sería entonces porque no lo hacemos. A veces porque no nos damos el lugar, otras veces porque no creemos que esto sea necesario y otras porque no contamos con otras manos que nos ayuden en esto.
Si quisiéramos dedicarnos a sistematizar nuestra práctica de dónde partiríamos. De nuestra propia muestra, de identificar, clasificar, procesar e interpretar los datos que observamos y recopilamos a diario.
Nuestra primera pregunta sería con quiénes trabajamos, dónde lo hacemos, cuáles son las características de esa población, cómo podemos describir a ese grupo.
En el caso de la violencia doméstica, que es el tema que nos convoca, vemos la necesidad cada vez más de poder anticipar situaciones de riesgo familiar y hacia los niños. Esto nos coloca en una posición que requiere del trabajo de investigación dirigido a hallar indicadores y topologías que nos lleven a construir bases de prevención en violencia.
PROBLEMA: VIOLENCIA DOMÉSTICA. MALTRATO INFANTIL
OBJETIVO: HALLAR INDICADORES QUE NOS PERMITAN ESTABLECER ESTRUCTURAS DE PREVENCIÓN
Para esto debemos volver la mirada hacia el campo de trabajo y observar nuestra población. La primera pregunta se formularía en función de QUIÉNES son los sujetos que componen nuestro universo de acción. DÓNDE se ubican, cuáles son sus CARACTERÍSTICAS y cómo podríamos DESCRIBIR CADA GRUPO.
Aquí estaremos frente a la descripción de la muestra de trabajo como tal. Indispensable paso para comenzar un trabajo de investigación o un estudio de campo.
Ahora bien, una vez discriminada la muestra nuestra tarea sería pensar cuáles son los CRITERIOS DE INCLUSIÓN Y DE EXCLUSIÓN que nos llevan a evaluar a estas personas que concurren a nuestro centro. Este paso estará íntimamente ligado a nuestro objetivo de trabajo. Aparecerán allí interrogantes tales como: ¿Es necesario evaluar a los padres del niño para conocer su grado de conflicto familiar? ¿Debemos trabajar sólo con el niño? ¿El contexto debe ser incluido?
Una vez delimitado el objeto de estudio, por ejemplo, el vínculo entre padres e hijos, el daño sufrido por un niño maltratado, la estructura familiar del maltrato infantil, entre otros, podremos comenzar a pensar en el o los instrumentos a utilizar.
Los instrumentos en psicología pasan a ser todo un capítulo aparte de la discusión, en nuestros medios, latino americanos, contamos con una acotada producción de instrumentos locales, por lo general nos manejamos con la adaptación de instrumentos europeos o estadounidenses en el campo de la evaluación psicológica. Los propios colegas se muestran reacios a confiar en las producciones de sus compatriotas y buscan en el afuera, lo que seguramente tiene una validez mayor tratándose de un instrumento construido en el medio local.
Es así como nos encontramos ante un gran desafío en el momento de decidir qué medir y cómo medir. La experiencia compartida entre Argentina y Brasil en el ámbito del maltrato infantil y de la violencia doméstica (Colombo-Tardivo, 2009-2011)[1] nos da cuenta de la importancia de la construcción y adaptación de instrumentos y de la seriedad científica al establecer su validez y confiabilidad.
En el área específica de la Psicología los profesionales cuentan con instrumentos de evaluación que se construyeron siguiendo las pautas necesarias que los lleven a su validez y confiabilidad. Dichos instrumentos son utilizados en función del área o constructo psicológico que se desea evaluar por lo tanto podríamos clasificarlos según evalúen inteligencia, personalidad, ansiedad, memoria, redes sociales, interacción familiar, entre otras
En el caso particular de los niños víctimas de maltrato la evaluación se centra en la preocupación, como planteáramos anteriormente, del daño sufrido o del riesgo para su persona. Por lo tanto las técnicas elegidas deben responder a estos constructos a medir.
Nos detenemos un momento para puntualizar algunos aspectos de los instrumentos más utilizados en la evaluación de niños dedicando un especial interés en aquellas específicas en la detección del maltrato infantil.
Hora de juego diagnóstica: Esta técnica es considerada una herramienta fundamental en la evaluación de niños. Se sabe cómo el juego en el niño es vehiculizador de emociones y espacio de crecimiento y desarrollo.
Para poder utilizarla es necesario contar con una caja de juegos que incluya: animales domésticos y salvajes, personas, héroes o personajes de ficción, personajes de lucha (como indios o soldados), muñecos que puedan simbolizar una familia, ladrillos, encastres, rompecabezas, autos de diferentes tamaños, hojas, lápices, marcadores, cosas de la casa, elementos de cocina, el juego del doctor y de policías, materiales de arte (plasticolas de colores, témperas, papeles de colores, brillantinas, arcilla o plastilina para modelar, etc.), títeres, personajes de cuentos “malos y buenos”.
La consigna con la cual se presentan los materiales es “Acá tenés una caja de juguetes podes usar los que quieras o armar el juego que vos prefieras”. Esta es una consigna atrayente para el niño y permite al evaluador observar el tipo de juego.
El objetivo de esta técnica es “(…) recabar información sobre el supuesto trauma vivido y reflejarlo lo más fielmente posible.
Sólo se le permitirá al evaluador aquellas preguntas que se necesiten para clarificar cuestiones que tengan que ver con la necesidad de comprender el significado que el niño ha querido atribuir a determinada acción.
No se permiten ni interpretaciones ni señalamientos, como sucede en el curso del tratamiento psicológico.
Las preguntas deben ser abiertas, no inductivas, y se debe preguntar por cada acción del niño sin hacer inferencias, nada es obvio o se da por supuesto, el niño es el que tiene la teoría sobre aquello que dice o que dibuja y no el evaluador. Nada en especial tiene su correlato en la interpretación, debemos preguntar qué significa eso que dibujó para el niño, o aquello que dijo”[2].
Inventario de frases: es un inventario construido a partir de las frases espontáneas de los niños en la clínica y tiene por objeto detectar indicadores asociados al maltrato infantil. El mismo está redactado para ser leído a los niños por el evaluador, debiendo contestar por sí o no.
“(…) la técnica permite discriminar entre la muestra de niños maltratados y la muestra general (…)”[3]. Los niños “(…) ven reflejada su problemática en las frases: su manera particular de sentir y actuar, las distorsiones del pensamiento que les produjo el maltrato, su percepción del mundo adulto que los rodea, la falta de confianza en los otros. (…)
El inventario de frases pudo poner en palabras: sensaciones, angustias, tristezas, dudas que los niños prestaban en la consulta pero que son difíciles de introducir en el dialogo (…)”[4]
“Las frases son sensibles y están asociadas a los trastornos descriptos (…)”[5] como trastornos emocionales, físicos, conductuales cognitivos, y sociales.
Persona bajo la lluvia: “Esta prueba es una técnica grafica, mediante la cual se le solicita al niño que dibuje una persona bajo la lluvia. Se le proporciona una hoja en posición vertical, un lápiz negro y una goma de borrar. “Persona bajo la lluvia” podría ser una prueba válida a la hora de detectar indicadores que permitan sospechar que un niño es o fue sometido a algún tipo de maltrato”[6].
Los indicadores significativos son: dimensión pequeña, borrado, lluvia sectorizada, ausencia de piso, ojos vacíos, ausencia de detalles y figura infantil o incompleta.
Si bien esta técnica es utilizada en ámbitos como el laboral o el escolar siempre teniendo en cuenta que evalúa cómo la persona se posiciona ante una situación de estrés, en el caso puntual del maltrato infantil, las investigaciones realizadas (1999. 2004. 2006) dieron cuenta de ser una prueba útil para detectar indicadores asociados a este síndrome.
Entrevista: es la técnica más utilizada en la evaluación psicológica. En algunos casos hay profesionales que la utilizan como único instrumento.
Cuando se realiza una evaluación de niños, si bien muchas veces se comienza por la hora de juego diagnóstica, la entrevista no debe faltar, independientemente de la edad del evaluado.
La misma, ya sea estructurada o libre, nos aporta información sobre varias áreas, social, emocional, cognitiva, evolutiva. Además es la que permite entablar un rapport con el evaluado indispensable en toda evaluación psicológica. En el caso particular del maltrato infantil “Es la herramienta fundamental con la que cuenta el psicólogo. Lejos de ser una indagatoria, la entrevista psicológica pretende acercarse del modo más contenedor posible al problema que sufre una persona, en este caso, un niño, facilitándole (…) que pueda comunicarnos la naturaleza de su sufrimiento y el relato de los hechos que lo motivaron”[7].
Una vez elegidos los instrumentos y realizado la descripción correspondiente de los mismos, su objetivo, características y propiedades debemos ser muy claros con los pasos de su administración.
El lugar dónde serán evaluados, quién será el evaluador, con qué elementos se contará, inventarios, cuestionarios, papel y lápiz, juegos, matrices, etcétera. Una vez realizada la toma se encara la segunda parte del proceso de investigación que tiene que ver con la sistematización y el procesamiento de los datos en donde la psicología es auxiliada por la estadística.
Muchos son los métodos que pueden utilizarse en esta etapa. Muchos colegas utilizan paquetes estadísticos construidos para el trabajo en Ciencias sociales que de alguna manera simplifican nuestro trabajo. Sin embargo el poder pensar acerca de nuestro objetivo, qué estamos buscando a través de esta evaluación nos lleva a indagar cuáles serían los mejores métodos para acercarnos a conclusiones más confiables.
Es así cómo el trabajo con grupos contrastados en la problemática de la violencia nos permite observar más claramente cuáles son los indicadores propios de este síndrome y cuáles sólo acompañan pero no definen a esta población. De esta manera una vez terminada nuestra investigación podemos tener más claro sobre qué puntos se debe trabajar. Allí se plantearán nuevamente las preguntas pero esta vez tratando de establecer ciertas respuestas que surgen de dicho estudio.
Veamos un ejemplo. Cuando se trabajó entre el año 2004 y el 2008 con niños y familias en situación de riesgo en la provincia de Buenos Aires, Argentina, se establecieron estos pasos en función de conocer la relación existente entre la Función materna y el Maltrato infantil. Para ello hubo que estudiar tanto a los padres como a los niños.
Cómo pensaríamos este planteo teórico en la práctica.
1- DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA.
QUIENES, DÓNDE, CARACTERÍSTICAS, DESCRIPCIÓN DEL GRUPO.
2-CRITERIOS DE INCLUSIÓN Y EXLCUSIÓN
3- INSTRUMENTOS.
CUÁLES, DÓNDE, POR QUÉ.
4- ADMINISTRACIÓN
DESCRIBIR TODAS LAS CARACTERÍSTICAS DE LA ADMINISTRACIÓN.
5- SISTEMATIZACIÓN DE DATOS.
PROCESO ESTADÍSTICO.
6-CONLCUSIONES
1- MUESTRA
N= 400 NIÑOS JUDICIALIZADOS POR MALTRATO. CONURBANO BONAERENSE. CLASE SOCIAL BAJA
Descripción del grupo
Grupo Maltrato Físico
Se han incorporado a este grupo los niños que fueron citados al Tribunal de Menores por una denuncia de golpes, lesiones, quemaduras, traumatismos, etc.
A estas denuncias las acompañaron en algunos casos informes médicos de hospitales de la zona o de salas de asistencia médica, además de testigos presenciales. Los niños fueron evaluados por el Equipo técnico del Tribunal y se confirmó esta denuncia.
Grupo Abandono Se han incorporado a este grupo los niños de los cuales se recibió una denuncia por parte de adultos por el abandono de los mismos en la propia casa o en casa de vecinos. Este abandono ha sido confirmado por el Equipo técnico del Tribunal y los niños se instalaron con otras familias o en Hogares de tránsito perdiendo el contacto con sus progenitores.
Grupo Abuso sexual infantil
Se han incorporado en este grupo los niños que han denunciado un abuso sexual por parte de un adulto perteneciente o no a su familia. Esta denuncia ha sido confirmada por el Equipo técnico del Tribunal o ha sido acompañada por examen médico forense.
2- CRITERIOS DE INCLUSIÓN
Los criterios de inclusión a la muestra de estudio tenidos en cuenta han sido:
- Consentimiento del niño y de los padres para su evaluación.
- Posibilidad de evaluar al niño en las dos técnicas gráficas : H T P y Persona bajo la lluvia.
- Posibilidad de contar con la Entrevista de evaluación de los padres.
- Poseer un claro diagnóstico por criterio experto del maltrato sufrido
Los criterios de exclusión sostenidos son:
- Incapacidad mental o física grave de los niños a evaluar.
- No contar con alguno de los instrumentos de evaluación
- No contar con la entrevista de evaluación a padres.
3- INSTRUMENTOS De la totalidad de los instrumentos utilizados en la pericia psicológica de estos niños se tomaron para su sistematización y análisis los protocolos de las pruebas gráficas H T P Y Persona bajo la lluvia. Estas técnicas nos aportan variada información, son de fácil administración y no suelen provocar conflicto o malestar en los niños cuando las realizan.
4- ADMINISTRACIÓN Los niños fueron todos evaluados por el mismo evaluador perteneciente al Equipo técnico del Tribunal, garantizando de esta manera la validez y confiabilidad de la evaluación eliminando las variaciones intersubjetivas.
Luego de la entrevista al niño en la cual se recababan datos personales, de filiación, con respecto a la escolaridad, situaciones diarias y relaciones familiares, se le pedía la realización de técnicas gráficas.
Se le daba una hoja A4 blanca y un lápiz y se le pedía que dibujara una casa, luego en otra hoja un árbol, en otra una persona y en la cuarta hoja una persona bajo la lluvia.
Ante cualquier pregunta sobre contenido o realización se le contestaba, “como quieras”.
5- SISTEMATIZACIÓN DE DATOS.
Siendo la Definición operativa: La puntuación obtenida en un instrumento.
Maltrato infantil: en el caso del Maltrato infantil y en función de las técnicas gráficas HTP y Persona bajo la lluvia, tomamos como criterio de corte para el análisis de los indicadores hallados aquellos con una frecuencia mayor al 60%” lo que definiría como maltrato infantil el contar con un puntaje en cada indicador mayor al 60%.
1. Los casos fueron ingresados en una matriz de datos
2. El total de los casos fue clasificado en 3 grupos: AB N= 41 (abandono), ASI N= 111 (abuso sexual infantil) y MF N= 97(maltrato físico)
3. Se realizó el cálculo estadístico correspondiente para obtener la frecuencia de cada indicador para dicha muestra.
4. Se realizaron los gráficos de barras de cada subgrupo AB, MF y ASI
5. De cada grupo (subgrupo) se armaron nuevas tablas agrupando cada técnica gráfica por separado (PBLL, casa, árbol y persona).
6. Se realizaron gráficos de barras comparando los distintos tipos de maltrato para cada indicador.
1- Se realizó una Tabla comparativa entre indicadores, variables y frecuencia.
2- Se analizó en forma individual con cada indicador en los distintos tipos de maltrato y en los dos sexos (masculino y femenino). Por ejemplo “Dimensión pequeña” en la prueba gráfica “Persona” dentro del H T P, para el Maltrato físico, el Abandono y el Abuso sexual y se compararon dichas medias estableciendo el grado de significación de las diferencias halladas mediante la “prueba estadística de Tukey”.
6-CONLCUSIONES
Esta presentación tuvo por objeto mostrar la importancia de la sistematización de los datos que llegan a la consulta diaria del psicólogo. Partir del caudal de información que constituye la casuística para obtener de la misma, datos valiosos que nos permitan realizar una interpretación más delimitada de la problemática a tratar.
Por otra parte es importante disponer de una metodología que nos habilite un trabajo confiable que lleve a resultados utilizables. Para ello debemos conocer la muestra estudiada y contar con instrumentos válidos y confiables.
La problemática de la VIOLENCIA DOMÉSTICA Y EL MALTRATO INFANTIL nos convoca día a día, no podemos dejar de escuchar ese reclamo pero debemos acercarnos de la manera más científica que nos sea posible. De esta manera podremos aportar tanto a la justicia como a la asistencia social útiles que ayuden en la tarea del resto de la comunidad.
BIBLIOGRAFÍA
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Savanti, Alicia Zanotti de. “Características de las familias de poblaciones marginales”. Directora del programa de Educación de la Salud del Centro Misional Domingo Savio 1992
Shirar, L. Dissociative children. USA, Norton, 1996
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Volnovich, J. (Compilador) Abuso sexual en la infancia. Buenos Aires, Lumen, 2002
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Winnicott. D Deprivación y Delincuencia. Buenos Aires, Paidós, 3° reimpresión 2003
Winnicott. D Realidad y Juego. Barcelona, Gedisa Editorial, 1999.
[1] IFR. Colombo, Barilari, Agosta. 2004-2008
IFVD. Tardivo- Pinto Junior. 2010
[2] Colombo, R. Beigbeder de Agosta, C. Abuso y maltrato infantil. Hora de juego diagnostica p. 36
[3] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. Abuso y maltrato infantil. Inventario de frases revisado (IFR) p. 35
[4] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. op. Cit. P. 36
[5] Ibid. p. 35
[6] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. Abuso y maltrato infantil. Indicadores en “Persona bajo la lluvia” p. 31
[7] Beigbeder de Agosta, C. Colombo, R. Barilari, Z. Abuso y maltrato infantil. Pericia forense. Entrevista inicial institucional p. 37
X JORNADAS APOIAR. Universidad de San Pablo
DISERTACIÓN: ADULTOS ACUSADOS DE COMETER ABUSO SEXUAL INFANTIL
AUTORA: Dra. Rosa Inés Colombo. Lic. Sergio Breuer
El siguiente trabajo tiene por objeto hacer un recorrido por los diferentes sujetos que fueron evaluados dentro del ámbito de la justicia en función de una denuncia por abuso sexual sobre alguno de sus hijos. Se incluirán en este estudio tanto las evaluaciones realizadas por los peritos como así también lo arrojado en entrevistas con los terapeutas familiares. De acuerdo a los diferentes resultados y en correlación con el hecho denunciado y la historia familiar, se realizarán distintas aproximaciones a las posibilidades que tienen estas familias a la revinculación parental. Qué casos y desde qué perspectivas se podrían pensar como más beneficiosas en ese aspecto. La metodología será de tipo mixta, descriptiva en lo referente a los adultos sospechados y del caso único en lo referente a la dinámica familiar.
1- Descripción del grupo evaluado según lo recabado en las entrevistas.
2- Análisis de los indicadores hallados en los instrumentos de evaluación.
3- Posibles diagnósticos.
4- Relaciones teóricas
5- Análisis del grupo familiar y del sujeto víctima.
INTRODUCCIÓN
El trabajo diario con personas que han cometido algún tipo de delito o han sido denunciadas y están detenidas por dicha acusación nos interpela en cuanto a los móviles que los llevaron a este tipo de situación o a pensar en determiandas estructuras psíquicas o tipos de personalidad que condicionan o determinan este tipo de comportamiento. Cómo debe conducirse un perito psicólogo en estos casos, cómo es realizar una entrevista con personas que han de alguna manera violado la libertad del otro mediante el robo, las lesiones y hasta quitandole la vida a un semejante.
Y la pregunta se extiende un poco más o se hace más dificil de precisar cuando se trata de una persona que ha cometido un delito de índole sexual.
La extensa bibliografía sobre el tema nos plantea que no existe un patrón de conducta o un tipo de persoanlidad propio de la persona adulta que abusa sexualmente de un niño y esto se confirma desde nuestra experiencia ya que no observamos desde lo formal ninguna diferencia con personas que han cometido otros delitos.
Si tuvieramos que describir a estos sujetos denuciados como agresores sexuales diríamos que al momento de las entrevistas se muestran como personas que muestran una actitud más bien sumisa, retraída, obediente, y que al mismo tiempo son dispuestos y tratan de agradar al entrevistador. En líneas generales no se observaron alteraciones en las funciones psíquicas, ni tampoco indicadores que dieran cuenta de actividad delitrante ni síntomas compatibles con un cuadro psicótico.
1- Descripción del grupo evaluado según lo recabado en las entrevistas.
El presente trabajo se basa en una muestra de 14 adultos varones judicializados imputados del delito de abuso sexual de menores. Las edades varían:
menor de edad: 1
entre 20 y 30 años: 7
entre 30 y 40 años: 1
mayores de 40 años: 6
Solo 3 poseen antedecentes penales por otros delitos.
En cuanto al grado de instrucción más de la mitad no finalizaron el ciclo primario y sólo dos tienen nivel terciario y dos universitario. Es notable que durante la entrevista cuando se les pide que relaten su paso por la escolaridad, aparece la decisión de dejar la escuela sin ningún cuestionamiento por parte de los adultos. Mayormente provienen de familias numerosas y el 20% considera que ha sido víctima de violencia familiar. Poco más del 50% tienen pareja estable y tienen hijos.
El 70% manifiesta tener conductas adictivas desde temprana edad, consumiendo Alcohol, marihuana y cocaína (en ese orden decreciente). En ningún caso se efectuaron tratamientos y sólo el 20% considera que sería beneficioso encarar uno.
En cuanto a las relaciones sociales, en general, se observan dificultades a la hora de relacionarse. El 45% admite esto y el 70% manifiesta que tienen pocas amistades.
En cuanto a la actividad laboral, el 45% comenzaron a trabajar con menos de 15 años y el 64% cuentan con un oficio.
2- Análisis de los indicadores hallados en los instrumentos de evaluación.
Dichos instrumentos revelan que en general, en cuanto a las capacidades cognitivas (memoria, atención, concentración, capacidad de juicio e ideación) se encuentran dentro de los parámetros esperables, evidenciándose la prueba de realidad conservada. No se han detectado signos de aleteración en sus funciones psíquicas básicas y superiores, con una adecuada orientación temporo-espacial. Como pudimos ver en el punto anterior, no es óptima la estimulación que han recibido dichas capacidades ya que la mayoría de los sujetos no han finalizado el ciclo primario. Es así que se observa una inteligencia más de tipo reproductiva que creadora y con una franca orientación hacia lo práctico.
También es notable cierta rigidez cognitiva, que tiene que ver con pocas estrategias para afrontar y resolver problemas. En este sentido, las funciones yoicas se ven emprobrecidas siendo inadecuado el uso de los mecanismos de defensa, todo lo cual reduce las posibilidades adaptativas.
El nivel intelectual es medio y se encuentra íntimamente relacionado con la instrucción recibida y el medio sociocultural en el cual se han desarrollado.
A nivel emocional, hay una cuestión que se repite y que tiene que ver con una afectividad de tipo egocéntrica, es decir centrada en sus propias necesidades. Por ende se observan dificultades en las relaciones interpersonales, en cuanto a la expresión de sus emociones Tienden a manejarse bien en relaciones de tipo superficiales, no así en aquellas relaciones que requieren un mayor compromiso y madurez. Las relaciones empáticas, que tienen que ver con la capacidad de un sujeto de identificarse mental y afectivamente con otro, se ven afectadas.
Se observa asimismo inmadurez emocional, en algunos casos también inhibición y dependencia. Se dificulta la regulación de los impulsos y la capacidad de poder anticiparse a las consecuencias de sus actos, no logrando implementar recursos simbólicos para tramitar sus mociones pulsionales.- En este sentido las tendencias moderadoras internas se ven devaluadas, lo que está asociado a una impulsividad de tipo infantil: baja tolerancia a la frustración, con premura en la expresión y necesidades de satisfacción de sus impulsos.-
3- Posibles diagnósticos.
Si bien hemos podido enumerar en el punto anterior las caraterísticas del perpetrador sexual es posible observar cómo algunos trastornos presentan rasgos o
comportamientos comunes a los expuestos. Podríamos decir que encontramos características comunes en los perfiles estudiados, pero que no determinan necesariamente “el perfil de un abusador sexual”. En el caso del Trastorno Narcista y del Trastorno límite de la personalidad, vemos que en concordancia con los casos estudiados también aparece cierta distorsión en las relaciones interpersonales, falta de empatía y al igual que los sujetos acusados de perpetrar ataques sexuales están presentes características egocéntricas.
En el caso del Trastorno Obsesivo Compulsivo en el cual se destaca el control y una conducta ambivalente que oscila entre la rigidez y respuestas impulsivas poco elaboradas podemos asimilarlo con los sujetos evaluados que presentaban un control excesivo de sus impulsos los que luego ante situaciones invasivas o de inestabilidad llegan al desborde emocional.
El Trastorno Histriónico también está presente en estos casos cuando observamos características tales como el exhibicionismo y una actitud seductora, que en el caso de perpetradores se asocia al Trastorno Antisocial en el cual observamos manipulación y agresividad.
Desde estos planteos vemos la dificultad de hablar de diagnósticos asociados al agresor sexual, cada caso particular puede presentar rasgos o características que también aparecen en otros trastornos que no son privativos de esta población.
4- Relaciones teóricas
Realizaremos un breve recorrido sobre lo planteado por distintos autores sobre el perfil del sujeto acusado de abuso sexual infantil.
Si bien muchos estudios plantean que no existe un perfil asociado estrictamente a los agresores sexuales o violentos en relación a la pareja y los hijos en una investigación realizada en España, Castro (2002) plantea que “En relación al perfil psicológico, se pueden encontrar una serie de características comunes que aparecen en un porcentaje importante dentro de los delincuentes sexuales. Por una parte, suelen ser sujetos que presentan comportamiento sexual poco adaptado como por ejemplo excitación o preferencia por estímulos sexuales desviados. Muestran un cierto deterioro de la capacidad para la actividad sexual recíproca y afectiva libremente consentida y pueden también experimentar algunas disfunciones sexuales como la impotencia. Asimismo, pueden poseer pensamientos y actitudes sexistas hacia las mujeres y niños como objetos de pertenencia del hombre. Cuentan con poco autocontrol de sus impulsos y con distorsiones cognitivas que facilitarán los actos
delictivos sexuales. Justifican sus acciones haciendo uso de numerosos mecanismos de defensa, bien negándolas, minimizándolas o culpando a los demás. La inmadurez emocional suele ser común y se refleja en la falta de empatía hacia las demás personas. Asimismo, es posible que muestren problemas en el comportamiento social. No suelen disponer de estrategias ni de habilidades sociales adecuadas para la resolución de sus problemas por lo que tienden a reaccionar con respuestas de enfrentamiento desadaptadas: problemas laborales, dificultades en las relaciones, baja tolerancia a situaciones de frustración, entre otras (Echeburúa y Guerri- caechevarría, 2000; Echeburúa et al., 1997; Garrido, 2003, Hunter, 1999, Marshall, 2001; Redondo, 2004; Sánchez, 2000; Soria y Hernández, 1994)”
El mismo estudio expone según el análisis de los datos hallados que “No es frecuente que los agresores sexuales presenten trastornos mentales, aunque pueden existir algunos casos clínicos. En un estudio de Bueno y Sánchez (1995; citado por Garrido, Stangeland y Redondo, 2001, p. 549), se obser- vó un retraso mental en el 10% de los casos, trastornos esquizofrénicos en un 4% y otros trastornos en el 22% de los evaluados. En un 64% de los casos no se documentó ningún trastorno psicológico. Cáceres (2001), Echeburúa et al. (1997) y Soria y Hernández (1994) coinciden en afirmar que la mayoría de los agresores sexuales no presentan trastornos psicopatológicos pero defienden la relación entre delitos sexuales con determinados trastornos de personalidad (trastorno antisocial, trastorno esquizoide y trastorno limite), parafilias, alteraciones cognitivas (demencias y deficiencias mentales) y alcoholismo. Por otra parte, en el estudio llevado a cabo por Ortiz, Sánchez y Cardenal (2002), se halló que los delincuentes sexuales de menores se muestran como el grupo de sujetos con menos alteraciones estables de personalidad y con rasgos de personalidad dependiente, fóbicos y compulsivos. En cambio, los agresores sexuales de adultos aparecen con rasgos de personalidad antisocial, compulsivos, dependientes y con trastornos de personalidad límite o borderline.”
Otros estudios realizados también en España senãlan que “En lo referente al perfil de los delincuentes sexuales de menores, según el presente estudio, cabe describirlo como un varón de mayor edad que el agresor sexual de adultos cuya edad de comisión del primer delito sexual se sitúa en entorno a los 27 años. Por lo general, suelen estar también soltero o divor- ciado pero, a diferencia de los agresores sexuales de adultos, poseen mayor formación académica-profesional y estabilidad laboral. Esto coincide con los estudios realizados por Gil (1997) y Pulido et al. (1988). No es frecuente que tengan antecedentes delictivos. Suele actuar en solitario y hacen más uso del engaño que de la intimidación. La víctima es por lo general una persona conocida, niña o niño menor de 12 años. Los abusadores de menores manifiestan más síntomas de ansiedad fóbica, con un nivel de gravedad significativo, lo que podría ser explicado por la adopción del estilo ansioso- ambivalente de Bartholomew
(1993) y Bartholomew y Horo- witz (1991).1
Desde otra mirada y en relación al tratamiento de ofensores sexuales Isables Boschi en Argentina plantea que:
“En las últimas décadas de este siglo, los terapeutas e investigadores en el área de la parafilia observaron que muchos de sus consultantes parafílicos podían presentar una base depresiva. Otros informaron que una intensa ansiedad precedía las conductas de estos pacientes, clasificadas por los profesionales como compulsivas porque se manifestaban sin el control voluntario de los sujetos.
Los terapeutas advirtieron que las personas que procedían así se adherían a un objeto, sexual, con fijeza obsesiva, exclusiva y específica. Otros investigadores compararon la ansiedad que precedía la conducta compulsiva con el aura de la epilepsia temporal. Aún no existe suficiente experimentación que corrobore esa correlación.
Los pacientes informan que la conducta que los expertos denominan obsesivo – compulsiva les proporcionan un breve alivio al aumento de su ansiedad, pero que ésta reaparece cíclicamente. Su vida sexual se desarrolla entre uno y otro pico de ansiedad, por lo que la gratificación es relativa y tensional. Dicen los medicadores que la descarga sexual actúa como un ansiolítico de corta vida. (Eli Coleman).
Todas estas experiencias clínicas determinaron que los redactores del DSM IV, además de ubicar a la parafilia entre los trastornos sexuales, pasen a considerarla como una conducta propia de "trastornos del control de los impulsos", según el DSM –IV y que acuñen un nuevo concepto, el de "conducta sexual compulsiva".
Decimos que la conducta sexual compulsiva es parafilica cuando las obsesiones o ideas fijas en su contenido sexual que motivan al sujeto a la excitación y el orgasmo, son tácita o explícitamente rechazados por un contexto social determinado. Esta sería la dinámica del proceso parafílico.
Si el deseo sexual de una persona moviliza una ansiedad que le provoca malestar, actúa compulsivamente para aliviarse.
La sociedad reprueba su conducta por razones de hábitos morales, valores o costumbres. Eso le genera nuevas tensiones que necesitará descargar compulsivamente. Surge así un circuito de mantenimiento, productor de nuevas ansiedades y nuevas conductas sexuales compulsivas, que se perpetuarán si no
intervenimos terapéuticamente con o sin medicación, según la necesidad del caso.”2
Estas dos posturas nos dejan un escenario abierto y conflictivo. Desde la Psicología se debe pensar en la posibilidad de cambio y de adaptación pero también sabemos acerca de estructuras y rasgos dominantes así como de condicionamientos que obturan y dificultan los vínculos y los roles.
Los ofensores sexuales deben ser mirados en su individualidad, es necesario saber de su historia y de su constitución subjetiva, de su contexto y redes de apoyo, de sus vínculos más primarios y de los que haya podido lograr a lo largo de su vida. Cualquier diagnóstico presuntivo o apresurado nos atará las manos como evaluadores o terapeutas y no nos permitirá ver la totalidad del caso y las variables que en él intervienen. Debemos tender a recuperar la salud, las vinculaciones y el desarrollo individual y velar al mismo tiempo por las personas que con ellos se relacionan. Una tarea nada fácil y de mucho compromiso ético.
5- Análisis del grupo familiar y del sujeto víctima.
La consulta psicológica se ha convertido en los últimos años en el escenario donde acuden los denunciantes de abuso sexual infantil. La transición entre el cierre de los Tribunales de menores en la provincia de Buenos Aires y la apertura de Servicios zonales y locales dedicados a la asistencia al niño y a su familia provocaron un vacío que dejó de alguna manera indefensos a los familiares de niños víctima de abuso sexual.
En líneas generales es la madre quien acude a consulta con la sospecha de que su hijo haya sido víctima de algún contacto sexual inadecuado por parte de su padre biológico. El pedido es por lo general de un diagnóstico que aclare la situación y le permita, si no lo ha hecho aún, realizar una denuncia en la justicia.
El recorrido profesional nos ha mostrado que es iatrogénico someter a un niño a repetidas evaluaciones además de considerar la importancia de la pericia oficial como medio de prueba por lo tanto cuando se plantea el tratamiento psicológico el mismo está más destinado a acompañar y a sostener en esta espera hasta ser evaluado.
Al mismo tiempo el espacio terapéutico sirve como vehiculizador de sentimientos, expresiones, malestares, vividos intensamente por el niño víctima. A lo largo de los encuentros los niños van mostrando sentimientos encontrados de amor odio hacia los otros, expresiones de agresión contenida, enojo y tristeza, propios de niños
pequeños que han debido soportar situaciones traumáticas sin poder dar cuenta de ello.
Al igual que muchos teóricos sobre el tema (Volnovich, 2002, Ganduglia, 2002 )* sostenemos la necesidad de no vinculación con el supuesto ofensor o, la familia del mismo, hasta tanto no se haya realizado la pericia oficial y se establezcan las reglamentaciones suficientes para la protección de los niños.
*” la problemática de la revinculación (…) obstaculiza una adecuada evaluación de los factores de riesgo, imprescindible para decidir una reunificación familiar o la reconstrucción de un vínculo paterno filial y retroactivamente genera desviaciones en el momento inicial de la intervención ya que influye también en las decisiones de interrupción transitorias de vínculos, cuando esta decisión es imprescindible para una correcta evaluación del maltrato sospechado y para evitar una revictimización emocional del niño”3
En el caso de niños maltratados o abusados sexualmente que fueron obligados a seguir manteniendo un vínculo con los supuestos ofensores se produjeron retractaciones en las víctimas sostenidas desde el miedo, el sentimiento de desprotección y la sensación de profunda culpa que le genera a un niño, que no comprende bien la situación vivida, enfrentarse con alguno de sus progenitores o personas más cercana.
Ahora bien esto no resulta fácil, la persona denunciada reclama ver a su hijo, se siente amenazado no sólo por el denunciante y la justicia, si no además por el psicólogo tratante. Es así que comienzan las disputas y las amenazas entre las partes donde el niño es nuevamente victimizado.
Las madres que logran apoyo familiar y social, pueden llevar a cabo un sostén más firme y duradero hacia sus hijos. Lentamente van comprendiendo la situación en las que ellas también estaban involucradas y si no las atrapa la culpa y pueden hacer una buena elaboración de lo sucedido se convierten en buenas guardadoras de sus hijos.
Otras en cambio se sumergen en su propia desdicha y no pueden ver que vuelven a abandonar a sus hijos, estos son los niños que no progresan en la terapia y que muchas veces se retractan ya que a pesar del sufrimiento padecido prefieren contar
con una figura pseudo protectora que por momentos era constituida por el perpetrador.
El niño comienza a ir i volver en su relato, se dice y se desdice, utiliza frases como, “yo lo dejé”, “tengo la culpa”, siempre fue bueno conmigo, me daba cosas”, “prefiero eso antes de no tener papá”, “si no lo veo es como si se hubiese muerto”y otras muchas frases en las cuales el niño se ubica como único responsable de lo sucedido y necesita que el padre vuelva y lo perdone.
Son otros muchos los casos en los cuales las mismas madres ante la impotencia de llevar a cabo la tarea de criar y educar a sus hijos permiten que el perpetrador vuelva y retiran las denuncias realizadas.
O la lucha toma otro matiz en la figura del abuso sexual se descargan todas las frustraciones, los rencores, las desaveniencias y los sufrimientos que tuvo la pareja y se realiza una batalla librada dentro y fuera de la justicia lo cual coloca al niño en un lugar de extrema vulnerabilidad.
Las familias donde se ha producido un abuso sexual infantil son familias disfuncionales en las cuales había un posible agresor sexual pero también había una anomalía en la función materna (Colombo, 2009), en la función de cuidado hacia la crianza lo cual dejaba a los más pequeños en un espacio de vulnerabilidad, caldo propicio para el ejercicio de la conducta sexual inadecuada.
BIBLIOGRAFÍA
Anales de psicología (2009), vol. 25, no 1.María Esther Castro, Antonio López Castedo y Encarnación Sueiro. Sintomatología asociada a agresores sexuales en prisión. Universidad de Vigo. España
Boschi, I.(1998) Perspectivas Sistémicas. “Obsesión, compulsión, ansiedad y parafilias”.
Colombo, R. (2009). Función materna y maltrato infantil. Anais VI Jornadas Apoiar. “Saude Mental y Violencia”. Sao Paulo.
Colombo, R. Breuer, S. (2010) Menores y adultos en conflicto con la ley. Cauquén editora. Buenos Aires.
Volnovich, J. (2002) (Compilador) Abuso sexual en la infancia. Buenos Aires, Lumen
DISERTACIÓN: ADULTOS ACUSADOS DE COMETER ABUSO SEXUAL INFANTIL
AUTORA: Dra. Rosa Inés Colombo. Lic. Sergio Breuer
El siguiente trabajo tiene por objeto hacer un recorrido por los diferentes sujetos que fueron evaluados dentro del ámbito de la justicia en función de una denuncia por abuso sexual sobre alguno de sus hijos. Se incluirán en este estudio tanto las evaluaciones realizadas por los peritos como así también lo arrojado en entrevistas con los terapeutas familiares. De acuerdo a los diferentes resultados y en correlación con el hecho denunciado y la historia familiar, se realizarán distintas aproximaciones a las posibilidades que tienen estas familias a la revinculación parental. Qué casos y desde qué perspectivas se podrían pensar como más beneficiosas en ese aspecto. La metodología será de tipo mixta, descriptiva en lo referente a los adultos sospechados y del caso único en lo referente a la dinámica familiar.
1- Descripción del grupo evaluado según lo recabado en las entrevistas.
2- Análisis de los indicadores hallados en los instrumentos de evaluación.
3- Posibles diagnósticos.
4- Relaciones teóricas
5- Análisis del grupo familiar y del sujeto víctima.
INTRODUCCIÓN
El trabajo diario con personas que han cometido algún tipo de delito o han sido denunciadas y están detenidas por dicha acusación nos interpela en cuanto a los móviles que los llevaron a este tipo de situación o a pensar en determiandas estructuras psíquicas o tipos de personalidad que condicionan o determinan este tipo de comportamiento. Cómo debe conducirse un perito psicólogo en estos casos, cómo es realizar una entrevista con personas que han de alguna manera violado la libertad del otro mediante el robo, las lesiones y hasta quitandole la vida a un semejante.
Y la pregunta se extiende un poco más o se hace más dificil de precisar cuando se trata de una persona que ha cometido un delito de índole sexual.
La extensa bibliografía sobre el tema nos plantea que no existe un patrón de conducta o un tipo de persoanlidad propio de la persona adulta que abusa sexualmente de un niño y esto se confirma desde nuestra experiencia ya que no observamos desde lo formal ninguna diferencia con personas que han cometido otros delitos.
Si tuvieramos que describir a estos sujetos denuciados como agresores sexuales diríamos que al momento de las entrevistas se muestran como personas que muestran una actitud más bien sumisa, retraída, obediente, y que al mismo tiempo son dispuestos y tratan de agradar al entrevistador. En líneas generales no se observaron alteraciones en las funciones psíquicas, ni tampoco indicadores que dieran cuenta de actividad delitrante ni síntomas compatibles con un cuadro psicótico.
1- Descripción del grupo evaluado según lo recabado en las entrevistas.
El presente trabajo se basa en una muestra de 14 adultos varones judicializados imputados del delito de abuso sexual de menores. Las edades varían:
menor de edad: 1
entre 20 y 30 años: 7
entre 30 y 40 años: 1
mayores de 40 años: 6
Solo 3 poseen antedecentes penales por otros delitos.
En cuanto al grado de instrucción más de la mitad no finalizaron el ciclo primario y sólo dos tienen nivel terciario y dos universitario. Es notable que durante la entrevista cuando se les pide que relaten su paso por la escolaridad, aparece la decisión de dejar la escuela sin ningún cuestionamiento por parte de los adultos. Mayormente provienen de familias numerosas y el 20% considera que ha sido víctima de violencia familiar. Poco más del 50% tienen pareja estable y tienen hijos.
El 70% manifiesta tener conductas adictivas desde temprana edad, consumiendo Alcohol, marihuana y cocaína (en ese orden decreciente). En ningún caso se efectuaron tratamientos y sólo el 20% considera que sería beneficioso encarar uno.
En cuanto a las relaciones sociales, en general, se observan dificultades a la hora de relacionarse. El 45% admite esto y el 70% manifiesta que tienen pocas amistades.
En cuanto a la actividad laboral, el 45% comenzaron a trabajar con menos de 15 años y el 64% cuentan con un oficio.
2- Análisis de los indicadores hallados en los instrumentos de evaluación.
Dichos instrumentos revelan que en general, en cuanto a las capacidades cognitivas (memoria, atención, concentración, capacidad de juicio e ideación) se encuentran dentro de los parámetros esperables, evidenciándose la prueba de realidad conservada. No se han detectado signos de aleteración en sus funciones psíquicas básicas y superiores, con una adecuada orientación temporo-espacial. Como pudimos ver en el punto anterior, no es óptima la estimulación que han recibido dichas capacidades ya que la mayoría de los sujetos no han finalizado el ciclo primario. Es así que se observa una inteligencia más de tipo reproductiva que creadora y con una franca orientación hacia lo práctico.
También es notable cierta rigidez cognitiva, que tiene que ver con pocas estrategias para afrontar y resolver problemas. En este sentido, las funciones yoicas se ven emprobrecidas siendo inadecuado el uso de los mecanismos de defensa, todo lo cual reduce las posibilidades adaptativas.
El nivel intelectual es medio y se encuentra íntimamente relacionado con la instrucción recibida y el medio sociocultural en el cual se han desarrollado.
A nivel emocional, hay una cuestión que se repite y que tiene que ver con una afectividad de tipo egocéntrica, es decir centrada en sus propias necesidades. Por ende se observan dificultades en las relaciones interpersonales, en cuanto a la expresión de sus emociones Tienden a manejarse bien en relaciones de tipo superficiales, no así en aquellas relaciones que requieren un mayor compromiso y madurez. Las relaciones empáticas, que tienen que ver con la capacidad de un sujeto de identificarse mental y afectivamente con otro, se ven afectadas.
Se observa asimismo inmadurez emocional, en algunos casos también inhibición y dependencia. Se dificulta la regulación de los impulsos y la capacidad de poder anticiparse a las consecuencias de sus actos, no logrando implementar recursos simbólicos para tramitar sus mociones pulsionales.- En este sentido las tendencias moderadoras internas se ven devaluadas, lo que está asociado a una impulsividad de tipo infantil: baja tolerancia a la frustración, con premura en la expresión y necesidades de satisfacción de sus impulsos.-
3- Posibles diagnósticos.
Si bien hemos podido enumerar en el punto anterior las caraterísticas del perpetrador sexual es posible observar cómo algunos trastornos presentan rasgos o
comportamientos comunes a los expuestos. Podríamos decir que encontramos características comunes en los perfiles estudiados, pero que no determinan necesariamente “el perfil de un abusador sexual”. En el caso del Trastorno Narcista y del Trastorno límite de la personalidad, vemos que en concordancia con los casos estudiados también aparece cierta distorsión en las relaciones interpersonales, falta de empatía y al igual que los sujetos acusados de perpetrar ataques sexuales están presentes características egocéntricas.
En el caso del Trastorno Obsesivo Compulsivo en el cual se destaca el control y una conducta ambivalente que oscila entre la rigidez y respuestas impulsivas poco elaboradas podemos asimilarlo con los sujetos evaluados que presentaban un control excesivo de sus impulsos los que luego ante situaciones invasivas o de inestabilidad llegan al desborde emocional.
El Trastorno Histriónico también está presente en estos casos cuando observamos características tales como el exhibicionismo y una actitud seductora, que en el caso de perpetradores se asocia al Trastorno Antisocial en el cual observamos manipulación y agresividad.
Desde estos planteos vemos la dificultad de hablar de diagnósticos asociados al agresor sexual, cada caso particular puede presentar rasgos o características que también aparecen en otros trastornos que no son privativos de esta población.
4- Relaciones teóricas
Realizaremos un breve recorrido sobre lo planteado por distintos autores sobre el perfil del sujeto acusado de abuso sexual infantil.
Si bien muchos estudios plantean que no existe un perfil asociado estrictamente a los agresores sexuales o violentos en relación a la pareja y los hijos en una investigación realizada en España, Castro (2002) plantea que “En relación al perfil psicológico, se pueden encontrar una serie de características comunes que aparecen en un porcentaje importante dentro de los delincuentes sexuales. Por una parte, suelen ser sujetos que presentan comportamiento sexual poco adaptado como por ejemplo excitación o preferencia por estímulos sexuales desviados. Muestran un cierto deterioro de la capacidad para la actividad sexual recíproca y afectiva libremente consentida y pueden también experimentar algunas disfunciones sexuales como la impotencia. Asimismo, pueden poseer pensamientos y actitudes sexistas hacia las mujeres y niños como objetos de pertenencia del hombre. Cuentan con poco autocontrol de sus impulsos y con distorsiones cognitivas que facilitarán los actos
delictivos sexuales. Justifican sus acciones haciendo uso de numerosos mecanismos de defensa, bien negándolas, minimizándolas o culpando a los demás. La inmadurez emocional suele ser común y se refleja en la falta de empatía hacia las demás personas. Asimismo, es posible que muestren problemas en el comportamiento social. No suelen disponer de estrategias ni de habilidades sociales adecuadas para la resolución de sus problemas por lo que tienden a reaccionar con respuestas de enfrentamiento desadaptadas: problemas laborales, dificultades en las relaciones, baja tolerancia a situaciones de frustración, entre otras (Echeburúa y Guerri- caechevarría, 2000; Echeburúa et al., 1997; Garrido, 2003, Hunter, 1999, Marshall, 2001; Redondo, 2004; Sánchez, 2000; Soria y Hernández, 1994)”
El mismo estudio expone según el análisis de los datos hallados que “No es frecuente que los agresores sexuales presenten trastornos mentales, aunque pueden existir algunos casos clínicos. En un estudio de Bueno y Sánchez (1995; citado por Garrido, Stangeland y Redondo, 2001, p. 549), se obser- vó un retraso mental en el 10% de los casos, trastornos esquizofrénicos en un 4% y otros trastornos en el 22% de los evaluados. En un 64% de los casos no se documentó ningún trastorno psicológico. Cáceres (2001), Echeburúa et al. (1997) y Soria y Hernández (1994) coinciden en afirmar que la mayoría de los agresores sexuales no presentan trastornos psicopatológicos pero defienden la relación entre delitos sexuales con determinados trastornos de personalidad (trastorno antisocial, trastorno esquizoide y trastorno limite), parafilias, alteraciones cognitivas (demencias y deficiencias mentales) y alcoholismo. Por otra parte, en el estudio llevado a cabo por Ortiz, Sánchez y Cardenal (2002), se halló que los delincuentes sexuales de menores se muestran como el grupo de sujetos con menos alteraciones estables de personalidad y con rasgos de personalidad dependiente, fóbicos y compulsivos. En cambio, los agresores sexuales de adultos aparecen con rasgos de personalidad antisocial, compulsivos, dependientes y con trastornos de personalidad límite o borderline.”
Otros estudios realizados también en España senãlan que “En lo referente al perfil de los delincuentes sexuales de menores, según el presente estudio, cabe describirlo como un varón de mayor edad que el agresor sexual de adultos cuya edad de comisión del primer delito sexual se sitúa en entorno a los 27 años. Por lo general, suelen estar también soltero o divor- ciado pero, a diferencia de los agresores sexuales de adultos, poseen mayor formación académica-profesional y estabilidad laboral. Esto coincide con los estudios realizados por Gil (1997) y Pulido et al. (1988). No es frecuente que tengan antecedentes delictivos. Suele actuar en solitario y hacen más uso del engaño que de la intimidación. La víctima es por lo general una persona conocida, niña o niño menor de 12 años. Los abusadores de menores manifiestan más síntomas de ansiedad fóbica, con un nivel de gravedad significativo, lo que podría ser explicado por la adopción del estilo ansioso- ambivalente de Bartholomew
(1993) y Bartholomew y Horo- witz (1991).1
Desde otra mirada y en relación al tratamiento de ofensores sexuales Isables Boschi en Argentina plantea que:
“En las últimas décadas de este siglo, los terapeutas e investigadores en el área de la parafilia observaron que muchos de sus consultantes parafílicos podían presentar una base depresiva. Otros informaron que una intensa ansiedad precedía las conductas de estos pacientes, clasificadas por los profesionales como compulsivas porque se manifestaban sin el control voluntario de los sujetos.
Los terapeutas advirtieron que las personas que procedían así se adherían a un objeto, sexual, con fijeza obsesiva, exclusiva y específica. Otros investigadores compararon la ansiedad que precedía la conducta compulsiva con el aura de la epilepsia temporal. Aún no existe suficiente experimentación que corrobore esa correlación.
Los pacientes informan que la conducta que los expertos denominan obsesivo – compulsiva les proporcionan un breve alivio al aumento de su ansiedad, pero que ésta reaparece cíclicamente. Su vida sexual se desarrolla entre uno y otro pico de ansiedad, por lo que la gratificación es relativa y tensional. Dicen los medicadores que la descarga sexual actúa como un ansiolítico de corta vida. (Eli Coleman).
Todas estas experiencias clínicas determinaron que los redactores del DSM IV, además de ubicar a la parafilia entre los trastornos sexuales, pasen a considerarla como una conducta propia de "trastornos del control de los impulsos", según el DSM –IV y que acuñen un nuevo concepto, el de "conducta sexual compulsiva".
Decimos que la conducta sexual compulsiva es parafilica cuando las obsesiones o ideas fijas en su contenido sexual que motivan al sujeto a la excitación y el orgasmo, son tácita o explícitamente rechazados por un contexto social determinado. Esta sería la dinámica del proceso parafílico.
Si el deseo sexual de una persona moviliza una ansiedad que le provoca malestar, actúa compulsivamente para aliviarse.
La sociedad reprueba su conducta por razones de hábitos morales, valores o costumbres. Eso le genera nuevas tensiones que necesitará descargar compulsivamente. Surge así un circuito de mantenimiento, productor de nuevas ansiedades y nuevas conductas sexuales compulsivas, que se perpetuarán si no
intervenimos terapéuticamente con o sin medicación, según la necesidad del caso.”2
Estas dos posturas nos dejan un escenario abierto y conflictivo. Desde la Psicología se debe pensar en la posibilidad de cambio y de adaptación pero también sabemos acerca de estructuras y rasgos dominantes así como de condicionamientos que obturan y dificultan los vínculos y los roles.
Los ofensores sexuales deben ser mirados en su individualidad, es necesario saber de su historia y de su constitución subjetiva, de su contexto y redes de apoyo, de sus vínculos más primarios y de los que haya podido lograr a lo largo de su vida. Cualquier diagnóstico presuntivo o apresurado nos atará las manos como evaluadores o terapeutas y no nos permitirá ver la totalidad del caso y las variables que en él intervienen. Debemos tender a recuperar la salud, las vinculaciones y el desarrollo individual y velar al mismo tiempo por las personas que con ellos se relacionan. Una tarea nada fácil y de mucho compromiso ético.
5- Análisis del grupo familiar y del sujeto víctima.
La consulta psicológica se ha convertido en los últimos años en el escenario donde acuden los denunciantes de abuso sexual infantil. La transición entre el cierre de los Tribunales de menores en la provincia de Buenos Aires y la apertura de Servicios zonales y locales dedicados a la asistencia al niño y a su familia provocaron un vacío que dejó de alguna manera indefensos a los familiares de niños víctima de abuso sexual.
En líneas generales es la madre quien acude a consulta con la sospecha de que su hijo haya sido víctima de algún contacto sexual inadecuado por parte de su padre biológico. El pedido es por lo general de un diagnóstico que aclare la situación y le permita, si no lo ha hecho aún, realizar una denuncia en la justicia.
El recorrido profesional nos ha mostrado que es iatrogénico someter a un niño a repetidas evaluaciones además de considerar la importancia de la pericia oficial como medio de prueba por lo tanto cuando se plantea el tratamiento psicológico el mismo está más destinado a acompañar y a sostener en esta espera hasta ser evaluado.
Al mismo tiempo el espacio terapéutico sirve como vehiculizador de sentimientos, expresiones, malestares, vividos intensamente por el niño víctima. A lo largo de los encuentros los niños van mostrando sentimientos encontrados de amor odio hacia los otros, expresiones de agresión contenida, enojo y tristeza, propios de niños
pequeños que han debido soportar situaciones traumáticas sin poder dar cuenta de ello.
Al igual que muchos teóricos sobre el tema (Volnovich, 2002, Ganduglia, 2002 )* sostenemos la necesidad de no vinculación con el supuesto ofensor o, la familia del mismo, hasta tanto no se haya realizado la pericia oficial y se establezcan las reglamentaciones suficientes para la protección de los niños.
*” la problemática de la revinculación (…) obstaculiza una adecuada evaluación de los factores de riesgo, imprescindible para decidir una reunificación familiar o la reconstrucción de un vínculo paterno filial y retroactivamente genera desviaciones en el momento inicial de la intervención ya que influye también en las decisiones de interrupción transitorias de vínculos, cuando esta decisión es imprescindible para una correcta evaluación del maltrato sospechado y para evitar una revictimización emocional del niño”3
En el caso de niños maltratados o abusados sexualmente que fueron obligados a seguir manteniendo un vínculo con los supuestos ofensores se produjeron retractaciones en las víctimas sostenidas desde el miedo, el sentimiento de desprotección y la sensación de profunda culpa que le genera a un niño, que no comprende bien la situación vivida, enfrentarse con alguno de sus progenitores o personas más cercana.
Ahora bien esto no resulta fácil, la persona denunciada reclama ver a su hijo, se siente amenazado no sólo por el denunciante y la justicia, si no además por el psicólogo tratante. Es así que comienzan las disputas y las amenazas entre las partes donde el niño es nuevamente victimizado.
Las madres que logran apoyo familiar y social, pueden llevar a cabo un sostén más firme y duradero hacia sus hijos. Lentamente van comprendiendo la situación en las que ellas también estaban involucradas y si no las atrapa la culpa y pueden hacer una buena elaboración de lo sucedido se convierten en buenas guardadoras de sus hijos.
Otras en cambio se sumergen en su propia desdicha y no pueden ver que vuelven a abandonar a sus hijos, estos son los niños que no progresan en la terapia y que muchas veces se retractan ya que a pesar del sufrimiento padecido prefieren contar
con una figura pseudo protectora que por momentos era constituida por el perpetrador.
El niño comienza a ir i volver en su relato, se dice y se desdice, utiliza frases como, “yo lo dejé”, “tengo la culpa”, siempre fue bueno conmigo, me daba cosas”, “prefiero eso antes de no tener papá”, “si no lo veo es como si se hubiese muerto”y otras muchas frases en las cuales el niño se ubica como único responsable de lo sucedido y necesita que el padre vuelva y lo perdone.
Son otros muchos los casos en los cuales las mismas madres ante la impotencia de llevar a cabo la tarea de criar y educar a sus hijos permiten que el perpetrador vuelva y retiran las denuncias realizadas.
O la lucha toma otro matiz en la figura del abuso sexual se descargan todas las frustraciones, los rencores, las desaveniencias y los sufrimientos que tuvo la pareja y se realiza una batalla librada dentro y fuera de la justicia lo cual coloca al niño en un lugar de extrema vulnerabilidad.
Las familias donde se ha producido un abuso sexual infantil son familias disfuncionales en las cuales había un posible agresor sexual pero también había una anomalía en la función materna (Colombo, 2009), en la función de cuidado hacia la crianza lo cual dejaba a los más pequeños en un espacio de vulnerabilidad, caldo propicio para el ejercicio de la conducta sexual inadecuada.
BIBLIOGRAFÍA
Anales de psicología (2009), vol. 25, no 1.María Esther Castro, Antonio López Castedo y Encarnación Sueiro. Sintomatología asociada a agresores sexuales en prisión. Universidad de Vigo. España
Boschi, I.(1998) Perspectivas Sistémicas. “Obsesión, compulsión, ansiedad y parafilias”.
Colombo, R. (2009). Función materna y maltrato infantil. Anais VI Jornadas Apoiar. “Saude Mental y Violencia”. Sao Paulo.
Colombo, R. Breuer, S. (2010) Menores y adultos en conflicto con la ley. Cauquén editora. Buenos Aires.
Volnovich, J. (2002) (Compilador) Abuso sexual en la infancia. Buenos Aires, Lumen